Jean-Luc Thunevin: una tarde con el creador del vino garage

Dentro del panorama del vino bordelés contemporáneo, Thunevin –nacido en Argelia– es uno de sus exponentes más liberales. Te presentamos una pequeña crónica con este bad boy del vino francés, creador del concepto vino garage y propietario del prestigiado Château Valandraud, localizado a las afueras de Saint-Émilion.

Texto y fotos de Gerardo Lammers

Dijo que Burdeos era cosa del pasado.

La frase, escrita en su blog, encendió una polémica que fue retomada en el número de junio de 2009 de la revista parisina Fine Wine.

Thunevin en su viñedo

Se llama Jean-Luc Thunevin, ronda los 50 años, y junto con la encantadora Murielle Andraud, su esposa, nos reciben en su casa, Château Valandraud, a las afueras de Saint-Émilion, una de las subregiones más antiguas y prestigiadas de Burdeos.

Thunevin nació en Argelia y en su juventud fue disc jockey, leñador y empleado bancario.

En el ámbito vinícola se le reconoce por ser el creador del vino garage.

La historia de su ascenso es ésta: autodidacta, llegó a Saint-Émilion hace 20 años, se consiguió un parcelita de media hectárea y, como no tenía bodega, comenzó a vinificar en la cochera de su casa.

Su nombre saltó a la luz pública cuando, en 1991, durante una cata a ciegas en la que participaba Michel Rolland, el famoso flying winemaker bordelés, su vino estuvo a la altura o por encima de importantes etiquetas de la zona.

En esta tarde calurosa viste de una manera casual, con un saco sport y jeans. Casi se diría que estoy viendo la foto de su perfil en Facebook. A Thunevin le gustan los reflectores.

Fachada de la bodega

Detrás de la provocación anti-bordelesa de este hombre se esconde, según lo entiendo, un espíritu renovador que no le sienta nada mal a muchos productores bordeleses, para quienes la estricta normatividad y el conservadurismo representan un traje apretado.

Acompañado de Juan Carlos Ferreira, quien se encarga de manejar la parte comercial y de atender la wine-boutique L’Essentiel (Saint-Émilion), Jean-Luc nos lleva a asomarnos al viñedo.

—La malbec tiene hojas más grandes. Capta los olores fuertes del romero y del champiñón, pero su piel es muy delgada y se revienta fácil. Es una cepa delicada. No le gusta que le caiga demasiada agua.

Fiel a las cualidades del terroir (en esto no lleva la contra), el 70% de su viñedo de alta densidad (24 hectáreas) es de merlot, mientras que el resto se reparte entre cabernet sauvignon, malbec y carmenère.

En el interior del edificio, lo primero que llama la atención es la limpieza.

Valandraud usa tinas de concreto, madera y acero para todos sus vinos

—La bodega para mí es como la cocina, las barricas son como las cacerolas— dice con seriedad—. Y la viña es como una esponja: por uso ni siquiera usamos pintura en las paredes. Soy un hipocondríaco.

Lo segundo es la escala. Valandraud no es una fábrica de vinos y tampoco es un garage.

Sus instalaciones cuentan con tanques de fermentación de concreto, madera y acero. Según dice, cada uno de sus vinos pasa por este trío de materiales.

Entramos al área de barricas.

—Si se dan cuenta, aquí sólo se sienten los olores del vino y la madera, que son los dos únicos olores que deben encontrarse.

Y para los amantes de la polémica, como él, suelta una perla:

—Para lograr un buen vino es más el trabajo que se hace en la bodega que en el viñedo.

Murielle Andraud y Jean-Luc Thunevin

La comida está lista, a la cual también han llegado invitados especiales, como Dominique Decoster y su esposa, propietarios de Château Fleur Cardinale.

¿Cuál podría el menú de Château Valandraud indicado para un grupo latinoamericano de periodistas? La respuesta es: Cous-cous. “Le vrai cous-cous marocain” (“el verdadero cous-cous marroquí”), se apresura Thunevin a decir.

Quizá no sobre decir que el platillo resulta espléndido al igual que todos los vinos que se ofrecen (no todos de la autoría de Thunevin, por cierto):

Blanc de Valandraud 2005, AOC Bordeaux Contrôlée, un blanco no muy expresivo en nariz aunque sí frutal. Untuoso, seco; Bad Boy 2006, AOC Bordeaux Contrôlée, tinto muy frutal, cuerpo medio, fácil de tomar, ensamblaje de merlot (95%) y cabernet franc y que constituye la más accesible de las rebeldías que aquí se producen; Château Fleur Cardinale, un Saint-Émilion Grand Cru Classé, del cual probamos las añadas 2003 y 2004, ambos vinos potentes, con notas de grosella, y taninos firmes como era de esperarse; Le Clos du Beau-Père 2006, AOC Pomerol, elaborado por Thunevin, un tinto robusto y concentrado, al que le encontramos notas de frutos negros, taninos también muy firmes; y finalmente cerramos con el vino top de la casa: Château Valandraud 2002, un tinto de taninos redondos, oscuro, elegante, aterciopelado con notas de violetas.

Por si fuera poco, Thunevin tuvo la cortesía de traer un vino directamente de la barrica, el cual fue puesto en decantador: Château Valandraud 2008.

Vista del viñedo de Valandraud, a las afueras de Saint-Émilion, en el lado este de Burdeos
Para más información: www.thunevin.com