Reporte desde París: El pequeño litro rojo

«Y el vino iluminará el mundo de luz y buen gusto». Esta sentencia mesiánica sorprende en el sitio internet de un clásico vino de Burdeos. Más aún si tenemos en cuenta que en lugar de la foto de un castillo de alcurnia, aparecen unos dragones dorados.

Por Camilla Panhard

Es que el Château Laguens, «vino bordeaux-bordeaux superior», que a pesar de su apelación es de calidad media, alcanzó un destino de pionero como viñedo chino en tierras francesas. Y lo primero que hizo la Longhai International trading Company al finalizar la transacción de 1.68 millones de euros, fue diseñar un nuevo sitio internet donde se cuenta la historia del château en francés aunque los pedidos y los contactos se hagan en chino, indicios muy reveladores de la situación de ambos países en el mapa económico mundial.

El sitio, con faltas ortográficas, se ve chafa. Se siente que se hizo en un santiamén siguiendo la ideología del capitalismo salvaje. Navegando uno entra en una pesadilla ochentera donde las torres están erguidas como falos y el vaso de vino funge de accesorio fetiche para el empresario que le hace un brindis a sus futuras ganancias: “Las 160 mil botellas de Burdeos que produce el viñedo de Château Laguens están destinadas a alimentar un palacio de vino de 2700 m². Este mismo palacio acogerá las ceremonias de los Juegos Olímpicos del verano del 2008. Tsingdao, la ciudad donde tendrán lugar las ceremonias ya no será ciudad cervecera sino meca del vino”…

Todos esos proyectos se están haciendo realidad gracias al apoyo incondicional del gobierno chino. Así se acaba de inaugurar una escuela de enología con más alumnos que todos los institutos enológicos franceses reunidos; se crearon puestos de trabajos como wine educators para convertir ciudadanos chinos en legiones de gentleman; se financian campañas televisivas apelando a la medicina tradicional para subrayar que el vino es bueno para la salud… Y las encuestas extranjeras les siguen la onda con la predicción de que China será el octavo consumidor mundial de vino en 2012.

La apuesta parece desaforada considerando que hasta ahora esta bebida se consume en el gigante asiático con jugo o hielo a la hora del karaoke. Pero la conversión de las masas al vino rojo no se hace por azar ni por el color, símbolo de buena suerte, sino porque China se acerca a una penuria de arroz que no sólo es la base de la comida sino tambien de la bebida nacional, el maizo, que muy pronto será reemplazada por el Bordeaux.

El momento es propicio: la región vitivinícola más famosa del mundo está en crisis pero por el factor contrario: la sobreproducción. Siete millones de hectolitros de Burdeos son producido cada año cuando el mercado apenas absorbe seis millones.  «Sobreproducimos, sí,  pero hubo tambien periodos eufóricos cuando Francia era líder de la distribución de vino del planeta » El experto francés no dirá lo que sus colegas extranjeros afirman rotundamente: el país galo se ha echado a perder por «la château mentality» o mentalidad de castillo.

«¿Cómo un consumidor puede escoger entre las 57 apelaciones de Burdeos?”, se queja un experto suizo. «Hay más de 10 mil vinos que salen con la apelación de castillo cuando en realidad sólo 400 de ellos son realmente producidos en lugares prestigiosos», anota un enólogo inglés que sanciona tajante: «¡la gente ya no cae en la trampa de los vinos de raza! »
En este contexto los neo-consumidores chinos más fascinados por el arte de descorchar que por el sabor del vino mismo, llegan a punto. Mientras tanto en Francia, la château mentality sigue indeleble: ni siquiera la sangre de la revolución pudo con ella. Prueba de ello es el ayuntamiento de París designado por sus ciudadanos como «Le château», a pesar de encontrarse muy cerca de la Bastilla dónde el último rey fue decapitado. Y eso que el alcalde de izquierdas Bertrand Delanoë parecer ser más sencillo que sus predecesores de derechas que no tardaron en tacharlo de «alcalde barbecue» por su costumbre de organizar en vez de cenas oficiales, aperitivos a base de mojitos. Y el apodo se volvió un insulto cuando en el otoño del 2006 decidió deshacerse de los vinos míticos del sótano. Durante la puja se vendieron dos botellas de Romanée Conti 1986 por 5 mil euros cada una. Naturalmente, los compradores fueron ricos mercantes de Macao.

Al año siguiente, la realidad de la fuga del vino del patrimonio francés se volvió más cruda con la imagen televisiva de una señora llegando al monte de piedad para deshacerse de treinta botellas de Pomerol, arguyendo que es menos doloroso que empeñar joyas…

Es que desde marzo del 2008, Ma Tante -que quiere decir “mi tía” y es el nombre familiar que designa al Monte de Piedad- propone un nuevo servicio que permite empeñar una botella de vino para conseguir enseguida la mitad de su valor. La urgencia de líquido hizo que más de 300 botellas fueran depositadas en unos días, unas por desesperación, otras puede ser que por negocio, ya que Ma Tante tiene un sótano de lujo en un edificio histórico del siglo XVIII, con una perfecta temperatura,  donde las botellas pueden recobrar valor, protegidas de las malas vibras del metro y, claro, de la incursión de los ladrones.