Andrés Blanco - Moebius

Entrevista: Andrés Blanco, Vinos Moebius.

Hay rostros que nos parecen nuevos, aunque llevan ya un rato estando ahí. Así es Andrés Blanco. Comenzó a hacer vino en el 97 con la primera generación de aquel grupo que instruyó Hugo D’Acosta y desde entonces no ha parado.

Por Carlos Valenzuela.

Andrés Blanco - Moebius

¿Cómo te encuentras con el vino?

Yo llegué a Ensenada a estudiar Oceanología en 1996, he hecho muchas cosas en la vida pero el mar siempre ha sido algo que me ha llamado la atención. Me interesaba bastante, aún cuando estudiaba relaciones internacionales en la UNAM estaba con la idea del mar, entonces decidí dejar la UNAM e irme a Ensenada a estudiar oceanología.

Estando allí descubrí algo que yo no sabía: Crecí en una familia donde se consume vino, es pieza fundamental de la mesa, de todos los días; pero mi idea del vino era la de una bebida mística que venía de España o Francia. Y en Ensenada me doy cuenta que no era ni tan misterioso ni tan lejano, que ahí había una tierra de vino y que estaba a todo dar. Había una personalidad de la tierra bajacaliforniana. Otro de mis gustos siempre ha sido la agricultura. Fue bien natural, desde el primer año llegué, me acerqué al valle y me maravillaron los viñedos y este mundo mágico que yo pensaba que no existía de este lado [del charco].

 

¿En qué año llegaste?

En el ‘96, y mi primer vino fue cosecha ‘97.

 

No tardaste nada en dar el brinco de consumidor y de este descubrimiento de la Ensenada productora de vino, a ser ya un productor. ¿Cómo estuvo eso?

Sí, no tardé nada.

Entre la carencia de estudiante, con presupuesto de estudiante, y que yo traía la costumbre de tomar vino diario en casa, no me quedó de otra más que hacer mis vinos.

Al descubrir esta capacidad en Ensenada me acerqué a los enólogos que en el momento eran importantes pero principalmente a Hugo [D’Acosta], en aquel entonces era director de Bodegas Santo Tomás para que me enseñara.

Éramos un grupo de chavos, la mayoría de mi edad y algunos un poco mayores, gente que tenía esta inquietud de aprender –lo que después sería La Escuelita–. Lo hicimos muy serio, tomábamos clases teóricas dos veces por semana y hacíamos cata una ves por semana; luego rentamos un viñedo, hacíamos trabajo agrícola también desde el primer año. Teníamos un grenache en San Vicente  que nos dividimos por surcos, cada quien hizo sus experimentos agrícolas ahí. Recuerdo que una de las principales broncas fue convencer al dueño del viñedo que no queríamos regar. Él nos decía que estábamos locos, entonces le tuvimos que ofrecer creo que el doble del precio por kilo para convencerlo de que nuestra onda de producir menos pero con mayor calidad también funcionaba. Era un viñedo que no tenía sistema de riego pero había mucho agua, entonces regaban rodado, simplemente echando el agua, es muy poco eficiente pero como había agua podían producir once o más toneladas por hectárea y nosotros le planteamos irnos a cuatro o cinco…

Las puertas que nos abrió Hugo fueron súper importantes para poder iniciar, teníamos la vinícola (Santo Tomás) como campo de trabajo, utilizábamos la maquinaria y equipos para hacer un primer vino en conjunto como grupo. Al terminar el curso –habíamos hecho apenas dos garrafones de vino blanco, dos de rosado y dos de tinto entre todos– quedé bien prendido con la idea de hacer vino de a de veras, entonces conseguí uva, compré barricas, me gasté lo de la renta y todo en hacerme un vino.

El primero lo hice en el estudio de mi casa y no quedó mal, quedó bastante bien. Lo llevé a embotellar con alguien y así encontraba la manera de que algún productor me prestara los servicios. Cuando era una barrica o dos era bastante manejable, todo lo podía hacer yo en mi pick-up yendo y viniendo.

El Hugo quedó bastante contento con el entusiasmo que nosotros mostramos, hoy casi todos seguimos haciendo vino; después vino un segundo grupo del que salieron Pau Pijoan y muchos otros ya conocidos. Nosotros hicimos un curso de avanzados el siguiente año, viendo rollos más técnicos, más químicos; porque al principio ni nosotros ni Hugo estábamos tan seguros de a qué grado realmente queríamos llegar, o qué grado de seriedad o profesionalismo. Pero definitivamente estábamos con ganas de darle a todo, hacer las cosas súper bien y conseguir vinos de calidad comercial.

El hecho de hacer vino me acercó también a la gastronomía Ensenadense; ya que tenía el vino pues había que venderlo, traté de tomármelo todo pero no se pudo. Entonces decidí que tal vez era atractivo el hecho de comercializarlo. Durante la carrera hice todos los años vino y con eso me pagaba mis viajes, vacaciones y tenía vino para tomar todos los días; mi casa era la casa favorita para las fiestas. Cada vez lo hice con más seriedad, acabé muy relacionado en el mundo de la comida y los restaurantes, con muy buena relación con todos los restauranteros. Luego terminé mi carrera, hice algunos trabajos como océanologo, estuve a cargo de un rancho atunero y algunas otras cosas pero la verdad siempre mi vocación y mi gusto ha estado en el campo haciendo vino.

Hace poco fui a visitar a mis papás y mi mamá me recordó una frase que yo decía de niño: “mamá a mí no me gustaría trabajar como ustedes bajo la luz eléctrica, yo quiero trabajar bajo el sol…”. Yo ni me acordaba, pero me lo dijo y me sentí súper bien se saber que esa fantasía se quedó por ahí y se convirtió en algo tangible. Mis compañeros de chamba son el sol, la luna, el frío, las estaciones del año, la lluvia… esos no faltan a la chamba, no llegan tarde y uno tampoco lo puede hacer, ellos hacen su chamba cuando tiene que ser, no te esperan y no fallan.

 

¿De ahí qué siguió, el proyecto Moebius o que empezaste con la parte más seria de gastronomía?

Pues lo de Moebius sin llamarse Moebius ya había empezado. Ya me había llamado la atención esta ironía del mundo del vino donde por un lado tienes que estandarizar las etiquetas; ya que haces un vino se tiene que tratar de hacerlo siempre igual; y por otro lado el concepto de terruño, que dice que tienes que expresar lo que la tierra trae, saberlo leer sin afectar ni modificar. Esto me parece muy noble y muy atractivo; muy interesante de esta industria, pero son conceptos opuestos. No puedes hacer un vino siempre igual y por otro lado que exprese el suelo y el sol de cada año, porque eso cambia. Como en ese entonces no hacia vino de manera comercial, pues me di el lujo de hacer vinos distintos cada año; aunque fueran la misma uva, pero tratando de utilizar diferentes técnicas de vinificación. Ahí empezó una búsqueda y una definición de mi enología.

Desde ahí ya traía esta idea de hacer un vino que realmente fuera de terruño, aunque el terruño no fuera necesariamente mi parcela, sino que en este caso fuera el terruño bajacaliforniano; principalmente [Valle de] Guadalupe,  con algo de San Vicente y Santo Tomás, que son tan importantes en términos productivos como Guadalupe. El nombre de Guadalupe es el que suena, pero los vinos que nos tomamos provienen principalmente de estos tres valles.

Más adelante tomé un par de cursos, estuve en California para formalizar mi educación, siempre estudié, pero ya que empecé a hacer vino de manera comercial quise tener más centrados los conceptos.

Y entonces, de ahí me involucro en el tema de los restaurantes. Jaír [Téllez] había abierto Laja en 2001, y en 2003 me invita a trabajar con él. Me puse a trabajar en el servicio, en el salón, nos convertimos en muy buenos amigos y eventualmente buscamos la manera de asociarnos para que el negocio fuera de los dos y que pudiéramos vivir el negocio juntos.

Los años que me alejé un poco del vino quizá fueron los dos primeros años que estuve en Laja, porque estaba tan enfocado en el restaurante –nunca había estado en un restaurante, mucho menos en una gerencia– que me demandaba mucho tiempo. Hice menos vino esos años, cuando siempre había estado haciendo cada vez más vino.

En 2004 me acostumbro al restaurante, a su ciclo y decido volver a hacer vino, esta vez de manera formal, con una marca y un volumen y me decido a llevar a cabo eso que durante los años anteriores había sido mi búsqueda: encontrar un estilo. Si bien no quería encontrar un vino, porque después de todo es un vino que cambia, sí una propuesta, y esa propuesta fue Moebius.

 

¿Cómo llegas al nombre de Moebius?

Leyendo sobre arquitectura encontré una nota sobre Moebius, y eso me llevó a leer sobre el matemático alemán que inventó el concepto de la banda de Moebius, y se adaptó a lo que yo hago. El movimiento de la banda de Moebius es infinito, si tu la recorres con el dedo es un recorrido infinito, pasas por los dos lados. Los arquitectos, matemáticos le han tratado de dar muchos usos. Por ejemplo en mecánica se usa para hacer bandas, que como jalan por los dos lados su desgaste es uniforme.

Yo lo interpreto en mis vinos porque el movimiento es constante y es el movimiento de la naturaleza, son los ciclos anuales, la vida de las plantas, el clima, etc. pero el objetivo es siempre el mismo: hacer un vino lo mejor posible, que exprese el año, y saber leer lo que tiene el año para poder reflejarlo en la botella. No es querer hacer  algo que está en mi cabeza, sino que más bien viene de la planta. Entonces de ahí surge el nombre, sentí que englobaba el concepto que yo quería manejar con el vino.

Moebius comienza con un nebbiolo de Llano Colorado, que es uno de mis nebbiolos favoritos en BC y muy bien, quedamos muy contentos. Ha sido difícil por todo lo que no sabía de cómo construir una marca, pero después, todo salió como tenía que suceder.

Al siguiente año Jorge Noguez, mi amigo con quien siempre había fantaseado sobre hacer una vinícola se acercó conmigo y nos asociamos para hacer Moebius, darle solidez y crecerlo. Así nació y así lo fuimos llevando, venciendo las complicaciones y ahora Moebius existe.

Me da la impresión de que primero hacías vino para los cuates, luego Moebius fue un vino muy local, ¿cuándo empieza a conocerse en el resto de México?

2007 ya tuvimos un poco para mandar fuera y que lo fueran conociendo pero sí, a partir de 2008 es que ya podemos hacer presencia y estar en todos lados. Y ya con el 2009 nos vimos en la necesidad de tener más vino, no sólo más volumen sino más vinos distintos.

Moebius había tenido la tendencia de ser un vino grandote, elegante, robusto, goloso… pero el verano ensenadense durante seis o siete meses te pide todo lo contrario, entonces fue que hicimos Antítesis, nuestro vino rosado. Teníamos que guardar Moebius en la cava durante seis meses y no se nos antojaba, se antoja algo fresco y ligero. En un viaje a España probé algunos rosados que me inspiraron a hacer Antítesis.

 

¿Hacia dónde va Moebius?

Moebius quiere ser un vino de no más de 2,000 cajas; porque no puedo estar detrás de cada botella explicando el porqué de los cambios. Aunque hemos acotado estos cambios definiendo los principales viñedos con los que estamos trabajando para obtener un vino que aunque no sea igual, se parezca al anterior. Busca una alta calidad, una enología joven, y ser muy honestos con el producto. Más que hacer muchos billetes queremos hacer mucho buen vino.

 

Luego llega el proyecto de Francia, Viceversa ¿cómo fue?

Ahí le doy el crédito totalmente a Jorge mi socio, cuando escuchó que enólogos mexicanos estaban juntándose para comprar parcelas en Francia, a él le pareció muy atractivo formar parte de esta comunidad, con la que tenemos objetivos comunes y creemos en lo mismo.

Resultó muy llamativa la idea de ir a Francia, comprar allá, que si bien no es el origen del vino, son los franceses quienes pusieron el vino alrededor del globo, ellos inventaron el terroir… fue muy padre, a mí me pareció algo descabellado pero está muy padre…

 

Conceptualmente está fregón, pero ¿funciona prácticamente?

Todavía no lo hemos sabemos. Apenas nos llegó la primera añada del vino hecho en Francia, nos tiene muy contentos, el vino está rico, podemos todavía trabajar en la personalidad que puede dar el viñedo de allá con nuestras técnicas.

En términos comerciales no sabemos todavía si va a funcionar. Es complicado porque se viene la vendimia al mismo tiempo aquí y allá o casi al mismo tiempo. Por suerte es un proyecto de un grupo y encontramos la manera de siempre estar al pendiente, si unos no pueden ahí nos vamos campechaneando.

También creemos que como grupo es más fácil darle la solidez para que sea negocio, que sea un proyecto factible, para nosotros son los dos vinos que estamos haciendo allá, pero como grupo también la idea es buscar una identidad colectiva de los vinos que hacemos en Francia, cada quien tiene su nombre, marca y estilo, pero queremos lograr algo que nos identifique.

En términos operativos es difícil, pero creo que se puede encontrar el balance para que funcione.

 

¿Ya se puede identificar una intención o propuesta de Andrés Blanco?

Mi intención es hacer una enología muy honesta y sencilla. Que los vinos sepan a la tierra de BC, que estén hechos con las técnicas modernas de mayor cuidado, sin que ello implique estandarización química o grandes volúmenes. Definitivamente lo que queremos hacer son vinos de pequeñas producciones para que realmente puedan ser propuestas originales y no un asunto demasiado grande industrializado que nos obligue a estandarizar.

 

¿Es difícil aplicar esta ideología en otros proyectos o más bien por eso te buscan para que los asesores?

A veces es difícil llegar a un acuerdo entre lo que el dueño de la bodega quiere y lo que realmente se puede hacer. Los propietarios a veces sueñan con el vino que probaron de viaje en algún lado, y pues es complicado hacerlo aquí.

Yo creo que en la vinícola de la cual soy enólogo, Agrifolia, hemos llegado a muy buenos acuerdos sobre lo que queremos hacer. Como tanto la vinícola como el viñedo son jóvenes apenas vamos a definir lo que nuestros viñedos ofrecen y la tendencia que debemos seguir para cada una de las variedades que hemos plantado. Una de las cosas que me da mucho entusiasmo es que hemos tratado de salir de lo típico, estamos probando qué pasa con el pinot noir en Tecate, sabemos que hay más gente probando en otros valles. Para nadie ha sido fácil, es una variedad difícil, pero nosotros ya tenemos un par de años de producción y sabe a lo que queremos que sepa, estamos orgullosos de que exprese tipicidad de pinot noir.

En general con Agrifolia hay suficiente material para tener en el mercado una gama de productos atractivos y ofrecer vino para diferentes gustos. Ahí nuestro principal vino, Ulloa, es el vino que le gusta al dueño, un vino elegante, con especias y fruta pero bien fácil de tomar. Ulloa es una mezcla a base de cabernet sauvignon, con grenache y petite sirah.

Agrifolia en general tiene una oferta de productos ya sólida, lo que nos falta es comenzar a darlo más a conocer, que es lo que estamos haciendo este año, estar más presentes para que la gente lo conozca.

Agrifolia hace Ulloa tinto, Ulloa blanco –antes Quinto Bueno–, y ahora el Rosado de Tecate. Tenemos ya en producción diferentes variedades que nos servirán tanto para hacer monovarietales, como en el caso del nebbiolo o el pinot noir, así como para nuestras mezclas.

 

¿Qué le recomiendas a la banda?

Que prueben y sigan probando. El gusto personal se va definiendo a base de probar. La primera vez que pruebas algo no hay parámetros de comparación. No le tengan miedo a probar, no crean que sólo el tinto es el bueno, prueben todos.

 

 

 

Comentarios

3 respuestas a «Entrevista: Andrés Blanco, Vinos Moebius.»

  1. Ricardo Escárcega

    Sin duda resulta interesante saber cómo se forma un enólogo. (Las vueltas que da la vida.) Sobre todo cuando has probado el vino que hace y te ha gustado, como es mi caso. Los felicito por su labor de promoción y difusión enológica. Ojalá se sumen cada día más enófilos. Saludos.

    1. vinisferamx

      Muchas gracias Ricardo, que bueno que te gusten los materiales que publicamos!

  2. carol medina

    hola..con respecto a esta entrevista la verdad no me agrado mucho este nombre para un vino aunque lo que dice andres tiene sentido pero tambien (a mi parecer) deben tener un poco mas de cuidado con los nombres ya que por ello son reconocidos, a lo que voy es el nombre moebius tiene algunos significados y no tan solo lo lleva una cinta o banda sino tambien es conocido como un lamentable en el mundo medico como un sindrome congenito, depende del punto de vista de la gente,si, pero tambien es raro ver un nombre con semejante significado en un vino……nose si logran entender mi punto de vista.