«Si la temperatura aumenta de 2 a 3 grados, podríamos lograr que el Bordeaux se quede Bordeaux, el Rioja, Rioja, el Bourgogne, Bourgogne. Pero si aumenta de 5 a 6 grados, uy…», advirtió el investigador Bernard Seguin en el discurso de inauguración del segundo congreso internacional sobre cambio climático y vino.
Por Camila Panhard
Los 350 expertos de la industria vitivinícola reunidos en Barcelona el 15 y 16 de febrero discutieron acerca de la futura decadencia del vino en Europa —vendimias prematuras, sabor más duro y menos aromático— y del gran porvenir de los vinos sudamericanos.Si todos compartieron el sentimiento de vivir un momento de trastorno para el mapa vitícola mundial, el congreso tuvo sus voces divergentes cuando se trató de adoptar una actitud frente a esos cambios:
Miguel Torres, bodeguero de lo más respetado a nivel internacional, escogió la postura conservadora con su decisión de trasladar parte de sus viñedos a los Pireneos en zonas con una altitud mayor. Mientras Jacques Luton, enólogo respetado a nivel mundial, comentó en un arranque liberal que «uno tiene que apostar más bien en un cambio de estilo de vino de aquí a veinte años, con, en la zona de Burdeos, un Cabernet Sauvignon que se acercaría a los vinos producidos actualmente en Napa Valley, California.»
¿Un vino galo calcando un caldo gringo?
Hace unos años el enólogo habría arriesgado el linchamiento, pero Francia ya está saturada con su escandaloso presidente. Uno de sus gafes más sonados fue durante una gira con los viticultores, cuando no tuvo reparos en confesar: “Les voy a decepcionar, no bebo vino.”
Una afirmación rotunda que le quita el único rescoldo de poesia a la politica. La vida de los partidos tradicionales siempre ha sido ritmada por metáforas inspiradas del vino:
Por ejemplo, cuando uno recurría a los sobornos pagaba en tarros de vino (pots de vin). La mejor forma de lograr un atentado era escondiendo una bomba en una caja de vinos finos. Y lo más importante: si un político se permitía hablar de forma demasiado radical se le aconsejaba que añadara agua en su vino (mettre de l’eau dans son vin). Basta con acordarse del otoño del 2008 y de como por una palabra insultante de Sarkozy a los jovenes de la periferia, millones de coches fueron quemados para medir hasta qué punto el arte de beber debería ser obligatorio en politica.
A pesar de todo y de que la cadena de vino más popular de Francia se llame Nicolas como él, nuestro presidente sigue ignorando los vinos. Incapaz de fingir durante las cenas de protocolo, pide descaradamente una coca-cola para acompañar a Bush, un jugo de toronja durante la audiencia papal y un vodka para brindar con Putin.
Este ultimo acto afectó su popularidad mucho más que el balconeo de su vida privada.
You tube, más chismoso que las revistas del corazón, difunde un video filmado en la más reciente reunión del G-8, donde Sarkozy, tras reunirse con Putin, llega a la conferencia de prensa completamente borracho. En el video se nota que su cuerpo se tambalea peligrosamente hacia atrás, lo que según Aristóteles delata una borrachera causada por alcoholes fuertes, mientras que si el tórax se hubiera inclinado hacia delante hubiera sido perdonado, tratándose de una borrachera debida al vino.
En cuanto a su flamante esposa Carla Bruni, ella se declara lista para una vinoterapia: podrá escoger pasarla entre los viñedos de su Piemonte natal, los castillos de Burdeos o cruzar los Pirineos y llegar hasta el terruño de los Riojas. No se trata de una simpática ruta del vino sino de los varios spa abiertos por la cadena francesa Caudalie.
Sus productos de belleza conquistaron al mercado francés con un descubrimiento genial hecho por una pareja de juniors, cuyas familias tenían extensiones de viñedos en la región de Burdeos. Cansados de tanto vino, se fijaron en las pepitas de uva desechadas tras la vendimia y advirtieron que contenían polifenoles, que son los captores de radicales libres más potentes del mundo vegetal. Gracias a ellos elaboraron una serie de cremas que protegen de la edad, el sol y la contaminación, que se volvieron bestsellers en las farmacias.
Entonces si un día Sarkozy se decide a comprar unos viñedos, no será una señal de reconciliación con el mundo vitícola, sino más bien para que la tez de la primera dama resplandezca como si estuviera eternamente enamorada.