Una de las regiones vitivinícolas más importantes de España es sin duda La Rioja. Presentamos una vista panorámica que te permitirá entender y, sobre todo, disfrutar mejor de estos vinos de renombre mundial.
Por: Luis Vicente Elías Pastor
Localización espacial
La Rioja es una comunidad autónoma española situada en el norte del país en el Valle del Río Ebro. Es una tierra de no más de cinco mil kilómetros cuadrados, y de unos 300 mil habitantes. En una parte de su territorio se sitúa la zona vitivinícola que constituye la parte más importante de la Denominación de Origen, pero otras dos comunidades participan en esta reconocida denominación, la del País Vasco y la de Navarra. El 70% de su superficie corresponde a La Rioja, el 20% a Álava (País Vasco) y el 10% a Navarra.
Pero para no complicar la mezcla entre lo administrativo y la denominación, siempre hablaremos de La Rioja como el territorio en el que se elabora uno de los vinos más famosos del mundo. La razón de su importancia se basa en la tierra: caliza, arcillosa, margosa o calcárea; en el clima con una media anual de 13º, y con una pluviometría que varía de las zonas occidentales con 600 litros/metro2 año, hasta los 300 de las tierras orientales. Y es que dentro de la denominación tenemos dos subzonas bien diferenciadas: La Rioja Alta y La Rioja Baja, con esas características de suelos y clima diferentes.
Las Variedades
Hasta la llegada de la filoxera a La Rioja en el último año del siglo XIX, había más de un centenar de variedades en este territorio. Entonces eran pequeñas parcelas de viñedos con gran proporción de uvas blancas, más productoras de uva, y con una diversidad de variedades que hoy nos abruma.
La utilización necesaria del injerto para combatir la filoxera hizo que se fueran unificando las variedades y posteriormente las reglamentaciones del Consejo de la Denominación de Origen Rioja, fueron reduciéndolas hasta las que hoy se cultivan obligatoriamente.
En los viñedos actuales riojanos solamente encontramos tempranillo, garnacha, graciano y mazuelo, entre los vídagos tintos, y tradicionalmente en blancas se cultivaban viura, malvasía y garnacha blanca, pero desde el año pasado se han autorizado las plantaciones de chardonnay, sauvignon blanc y verdejo, que son foráneas, y las de variedades riojanas tradicionales como son la maturana blanca y el turruntés y una más, de un invento de variedad procedente de una mutación, como es el tempranillo blanco.
En cuanto a proporciones, casi el 80% de la superficie de la denominación está plantada de tempranillo, ya que es la variedad característica de La Rioja, y queda un 11% para la garnacha, lo que hace un total de un 94% de la superficie total plantada de variedades tintas, y el resto de blancas, que siguen reduciéndose en superficie, de ahí que el consejo haya permitido la plantación de variedades foráneas, más acordes con el mercado actual para intentar recuperar los vinos blancos.
La historia
En la zona se encuentran referencias arqueológicas de la existencia del viñedo desde la época romana. En la cerámica sigilata romana aparecen racimos de uva y se han hallado ánforas, vasos, botellas de vidrio y jarras de esa época para servir vino. A partir de la etapa medieval, desde el siglo XI ya hay referencias escritas a los viñedos, bodegas e instalaciones de vinificación en documentos, testamentos, donaciones y otras fuentes.
Las primeras construcciones que podemos encontrar dedicadas a la vinificación son del siglo XV, aunque hay referencias en manifestaciones artísticas desde el románico a la viña, y al vino. La bodega como tal, aparece citada en los documentos medievales, y las más antiguas que se conservan nos remiten al siglo XVII. En el siglo siguiente el esplendor de la elaboración debido al incremento de plantaciones y al precio de la uva, se representa en las magníficas edificaciones de la época, construidas en piedra de sillería tan abundantes en La Rioja Alta.
En el siglo XIX hay un nuevo resurgimiento debido a la llegada de compradores franceses, obligados por la destrucción de sus viñedos por las plagas y la filoxera.
Los negociants vinieron a la región a comprar vino ya elaborado, que ellos “adobaban” para que tuviera una cierta similitud con los franceses, y a la vez enseñaron a vinificar de una forma diferente. Hasta esa época se hacían vinos con los racimos enteros de diversas variedades blancas y tintas que fermentaban durante largo tiempo en lagos de piedra abiertos y posteriormente se prensaba con mucha fuerza para sacar la mayor cantidad de líquido. El vino obtenido se guardaba en grandes cubas de madera de hasta cinco mil litros y allí reposaba a la espera de su venta, que se realizaba a lo largo del año. Cuando llegaban las vendimias, el vino se comercializaba con urgencia, ya que había que volver a llenar las cubas, e incluso se llegaba a tirar el vino en años de excedentes o, como cuentan los relatos locales, se hacía la masa de los adobes de barro con los que se levantaban las edificaciones.
La llegada de instructores franceses –primero a Álava–, la visita de riojanos a la próxima región de Burdeos y las enseñanzas de los negociants, hicieron que para comienzos del siglo XX, La Rioja ya tuviera fama en España por la calidad de sus vinos, ya que habían copiado las técnicas de elaboración de los vecinos bordeleses.
El nacimiento de las bodegas riojanas
Hasta esas épocas decimonónicas el vino en La Rioja se elaboraba en bodegas excavadas en la roca, con cierta profundidad para guardar el frescor en verano y con una adecuada humedad. Eran las clásicas bodegas profundas y oscuras a las que se accedía por intrincadas escaleras alumbradas por una vela.
Con esa profundidad se evitaban los calores estivales que tanto estropean los vinos y en lo más hondo del “calado” reposaban en cubas, no más del año vegetativo.
No se empleaba el embotellado, y la comercialización se hacía a granel en pellejos de piel de cabra que podían contener hasta los cien litros de vino.
La llegada del ferrocarril a La Rioja Alta en 1861 coincide con la de los negociansits bordeleses que, aprovechan este medio de transporte para mandar los vinos a su país. Y aquí aparece un nuevo elemento desconocido para los riojanos de la época.
La barrica que era una pequeña cuba de 225 litros para facilitar el transporte del vino en las mejores condiciones, así ese volumen envejecía, reposaba y podía ser fácilmente trasegado con ese tamaño. Aquí nace el sistema de envejecimiento de los vinos de La Rioja, en ese nuevo envase que hubo que fabricar por medio de la labor de los toneleros que vinieron de Francia y de la región española de Jerez, donde sí se empleaban las barricas o botas.
Personajes de renombre como el Marqués de Riscal que conoció la elaboración en el propio Burdeos o el Marqués de Murrieta, aprovecharon la necesidad de vinos del país vecino para crear sus bodegas a partir de 1864, fecha de la fundación de la primera bodega riojana en Elciego (Álava).
También al lado de los negociants franceses algunos aprendieron, como es el caso de Rafael López de Heredia que en 1877 fundó su bodega cercana a la Estación de Ferrocarril de Haro (La Rioja).
Posteriormente ese enclave ferroviario se va llenando de grandes marcas y hoy alberga a CUNE, Gómez Cruzado, Rioja Alta, Bilbaínas, Muga, Roda y Rioja Santiago.
Poco a poco la región se va llenando de bodegas, muchas de ellas cercanas al ferrocarril que facilitó la comercialización. Para asegurar la calidad, el control y evitar las falsificaciones se crea en 1925 el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rioja, que abarca, como hemos dicho, a bodegas de La Rioja, Álava y Navarra.
Hoy la superficie protegida es de 60 mil hectáreas. Las bodegas existentes superan las 480, de las cuales 37 son cooperativas. En cuanto a la producción, un año con otro, se amparan dentro de la denominación, alrededor de 300 millones de litros de vino, de los cuales, nueve de cada diez botellas producidas en La Rioja, son de vinos tintos.
El vino
A través de la evolución histórica vemos cambios esenciales que se han reflejado en el vino, hoy por lo tanto el vino de La Rioja tiene poco que ver con el de fínales del siglo XIX, por lo que tenemos que describir algunas tipologías.
Hay un vino que recuerda los antiguos riojanos, que es el que llamamos vino joven de maceración carbónica el cual no es fácil de encontrar en México. Es un vino parecido a los que se hacían antes de la llegada de los franceses. Son vinos jóvenes muy afrutados de color cereza y muy brillantes, con olor a fresas y moras y en la degustación resalta la presencia de un punto gaseoso debido la proximidad de su elaboración. Es un vino para beber en La Rioja, de ser posible en la puerta de la bodega, y si se atreven en porrón para apreciar ese chispeante sabor a juventud. Entre las marcas que recomendamos, yo me decanto por el Murmurón de Sierra Cantabria, de mi vecino pueblo de San Vicente de la Sonsierra. En Ábalos, encontramos el Muñarrate de Bodegas Solabal, y en Samaniego el tantas veces premiado Erre punto de la bodega Remírez de Ganuza.
Los vinos riojanos más conocidos en México son los crianzas y los reservas, y algo menos los grandes reservas. Debemos saber que esta clasificación responde al tiempo de envejecimiento y guarda en la bodega.
El crianza es el vino que tiene al menos seis meses en botella y que ha envejecido en barrica de roble durante al menos otros seis meses [N. de la R.: según los requerimientos mínimos, aunque por lo regular la mayoría de los productores riojanos los rebasan con mucho]. En la actualidad se comercializan los vinos de crianza de la cosecha de 2006, que están excelentes, aunque hay bodegas que prefieren mantener sus vinos más tiempo de crianza.
Para que un vino riojano llegue a ser un reserva se requieren unas cualidades especiales que le permitan envejecer más tiempo en barrica, llegando a estar en botella hasta tres años.
De las cosechas más selectas se dejan en barrica vinos por lo menos durante dos años y posteriormente descansan tres en botella, y así tendremos un gran reserva de Rioja.
Además encontraremos vinos de alta expresión, de autor o de características muy peculiares que podremos descubrir en muchas localidades de La Rioja, incluso cosechas históricas que algunas bodegas clásicas guardan desde las primeras décadas del siglo XX.
El viaje
Un buen comunicador debe animar a conocer la tierra que describe y nuestra intención es proponer algunas sugerencias por las que es muy recomendable planear un viaje a esta región, la más clásica de los vinos españoles.
Hay dos momentos en el año que son los aconsejables para conocer esta tierra de viñedos. En el mes de junio las cepas están espléndidas y podremos disfrutar de “Los Senderos del Vino”, como el que recorre el meandro del río Ebro en Viña Tondonia;
Son muchos los caminos señalizados para andar por la región y visitar bodegas, lagares tallados en la roca, dólmenes o necrópolis.
El día es largo y todavía el vino del año está delicioso por lo que se puede almorzar en el campo con los ricos embutidos de la tierra y un buen pan del horno de Briones. En la noche la oferta de restaurantes es magnífica y podremos hacer buenos maridajes entre vinos poco conocidos y los alimentos locales.
En otoño, las cepas del tempranillo proporcionan un color rojo al paisaje, que contrasta con los matices del viñedo de viura, casi amarillo. En esta época de mediados de octubre se realizan las vendimias y los pueblos de La Rioja Alta huelen a uvas. En los barrios de bodegas de Briones, Villalba o Ábalos podremos ver como los cosecheros pisan sus lagos donde fermenta la uva para el vino del año.
La época de vendimias es otro momento especial para visitar La Rioja y veremos la vinificación en bodegas históricas como R. López de Heredia, con su proceso en tinas de roble y disfrutaremos también de las más modernas labores en bodegas de reciente creación.
Pero además del viñedo, tenemos otras cosas que ver.
Arquitectura de bodegas
La tradición del vino en esta tierra se manifiesta por la abundancia de “los barrios de bodegas”. Estos son unos conjuntos arquitectónicos que agrupan a los espacios de vinificación en zonas un poco alejadas de la población, donde tradicionalmente se han elaborado los vinos.
Estos barrios tienen unas características arquitectónicas particulares y sorprende la abundancia de estos espacios excavados en la roca, y construidos a mano a lo largo de generaciones. Este mundo troglodítico lo podemos ver con sus diferentes variantes, en pueblos como Quel, Medrano, Briones, San Asensio, Villalba. Y en otras ocasiones nos permanecerá oculto porque los espacios subterráneos estarán bajo nuestros pies como en la villa perforada de Laguardia, o en la parte antigua de la propia capital de la Comunidad, Logroño, donde “los calados”, nombre que reciben las cuevas en las que se elaboraba el vino, están bajo las calles y las viviendas.
Como hemos dicho en el siglo XIX la llegada de las influencias francesas se van a notar también en la arquitectura y son un buen reflejo las naves que posee la Bodega Marqués de Riscal en Elciego, los edificios de la de Marqués de Murrieta al este de Logroño y el interesante conjunto de R. López de Heredia de Haro.
En esta localidad al lado de la estación del ferrocarril se agrupa una docena de bodegas centenarias, y el recorrido por el barrio es una delicia para el amante del vino. Allí encontramos Cune, fundada en 1879, Bilbaínas con un excelente jardín de comienzos del siglo XX; Bodega Roda que guarda un antiguo calado con claras vinculaciones mexicanas, ya que lo construyó a finales del siglo XIX el Duque de Moctezuma; La Rioja Alta con sus edificios copiados de algún modelo bordelés; bodegas Gómez Cruzado, donde participa capital mexicano, Muga o Rioja Santiago. Esas edificaciones corresponden al momento de esplendor del vino riojano de entre dos siglos.
En la arquitectura del vino en La Rioja, tendremos que esperar a la construcción de Bodegas Olarra para encontrar la innovación en el concepto de bodega que en 1973 cambia radicalmente y se acerca al modelo actual de la obra arquitectónica de la bodega como emblema y recurso de una marca de vinos.
Es Napa (California) la zona que primero aprovecha ese concepto y probablemente la obra de Dominus (1998) en Yountville de los arquitectos suizos Herzog y De Meuron, haya desencadenado esta moda que tiene a La Rioja como una digna sucesora de los ejemplos californianos.
Obras tan interesantes como la bodega de Juan Alcorta en Logroño del arquitecto Iñaki Quemada unen la eficacia industrial con el diseño, como ocurre en la bodega Viña Real en Laguardia obra del bordelés Philippe Mazières.
Desde el mirador de Laguardia podemos ver la obra de Santiago Calatrava en Bodegas Ysios con una cubierta ondulante que recuerda las lomas de la montaña que se encuentra a su espalda.
La arquitecta iraquí Zaha Hadid tiene un trabajo que resalta entre las construcciones decimonónicas de Bodegas R. López de Heredia en Haro, es una tienda con diseño curvo que recuerda un decantador de vino, por lo que se le conoce como “la frasca”.
La intervención de Frank Ghery en el hotel que se encuentra en bodegas Marqués de Riscal, es hoy la obra más visitada, recuerda en su valentía, al emplear formas aéreas y curvas de titanio, al Museo Gugenheim de Bilbao, otro de los hitos arquitectónicos generadores de turismo en España, a menos de una hora de esta localidad alavesa.
Recorriendo la zona vitivinícola riojana vamos a encontrar otras muchas manifestaciones arquitectónicas en bodegas, así en Ollauri la obra de Regalía de Ollauri, y Valenciso; en Briñas bodegas La Encina; en Samanigo la espléndida de Baigorri, en Cenicero Martínez la Orden, en Logroño la bodega Darien del arquitecto especialista en este tipo de construcciones Jesús Marino Pascual y otras muchas.
La bodega como espacio social además de permitir la elaboración del vino es también lugar de reunión y convivencia y encontraremos magníficos restaurantes en las bodegas riojanas e incluso interesantes experiencias de hoteles dentro de la propia bodega como el ya citado de Riscal.
Además todas las bodegas poseen una tienda donde adquirir sus vinos, objetos relacionados con su consumo, libros, guías, fotografías, etc.
El Museo del Vino Dinastía Vivanco
Una propuesta que no se debe de olvidar es la de visitar el Museo del Vino de Briones. Esta iniciativa de la familia de bodegueros Vivanco sorprende por su grandiosidad arquitectónica en su exterior, pero cuando penetramos al interior el conjunto es impresionante.
Una excelente colección de piezas etnográficas, artísticas y documentales, acompañadas de una adecuada información reciben al visitante. Son miles los objetos de todo tipo que nos van a narrar los aspectos de la cultura de la vid y del proceso de elaboración del vino.
Los materiales audiovisuales que acompañan a la información escrita son de una vistosidad y calidad remarcable. A través del recorrido comprenderemos como es el cultivo de la cepa con todas sus fases de trabajo, y como posteriormente se desarrolla el proceso de la vinificación en la bodega, pero también los aspectos de la comercialización, el trabajo científico del laboratorio o la excelente muestra arqueológica. Su colección de sacacorchos es famosa a nivel mundial.
Desde el propio museo se puede visitar la bodega que es otro magnífico ejemplo de combinación entre arquitectura y enología, con unas salas de fermentación con tinas de madera de una gran belleza y de notable efectividad técnica.
El museo dispone de un completo jardín botánico donde podemos ver una gran variedad de uvas, que nos transportan a muchas regiones vitivinícolas mundiales.
La tienda con una excelente sección de librería es una tentación irresistible para los aficionados al mundo del vino.
El museo cuenta con un apetitoso restaurante y el conjunto está situado en el pueblo amurallado y medieval de Briones, desde donde les escribo estas líneas. Una jornada dedicada a recorrer este lugar, visitando su magnífica iglesia y degustando el vino en bodegas Miguel Merino, puede ser una experiencia única, y veremos que lo que aprendemos en el museo va a tener una estrecha relación con lo que podemos observar en las bodegas que visitemos, por lo que son dos sugerencias complementarias.
Disfrutar La Rioja conociendo su patrimonio arquitectónico y cultural es una excelente propuesta en la que podemos invertir una semana de vacaciones y podremos visitar monasterios como el de San Millán de la Cogolla que es Patrimonio de la Humanidad, o pueblos singulares con destacada gastronomía como Ezcaray. El paisaje del viñedo nos aparece en la mayor parte de nuestros recorridos y el vino está presente en el arte, en la arquitectura o en el urbanismo. Vino y tierra de La Rioja, bien merecen un viaje.
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