¿Existen historias que unan a las uvas con los acordes de unaguitarra? Sí las hay, pero muy contadas. Por un lado nobles y auténticas, y otras meramente comerciales.
Por Kaliope Demerutis
Sueñe. Cierre los ojos e imagine que usted tiene un viñedo, que vive de producir vino en Italia, y que además es seguidor irredento de una estrella del rock & roll. Su sueño más grande es crear un caldo en honor a su respetado músico. La magia sería completa si el venerado en cuestión probara su vino y además afirmara que le gustó, y para cerrar con broche de oro, aceptara que su ejemplar embotellado porte su diseño y el nombre de uno de sus discos. Pues esta fantasía se volvió realidad para Antonio Terni.
Él es un italoargentino dueño de la Fattoria Le Terrazze (en Ancona, Italia), que pertenece a su familia desde 1882; copropietario de la bodega argentina Altos de Medrano. Apasionado seguidor del nacido en Minnesota, Premio Príncipe de Asturias en 2007, leyenda viviente del rock y el blues estadounidense: Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan.
Terni no se pierde ni un sólo concierto de Dylan en Europa, es tan obsesivo en asistir puntualmente a cada cita musical, que su presencia en los recitales de Bob quedó registrada en el documental del joven cineasta español Fernando Merinero, que siguió al cantautor en una gira por la península Ibérica, producido en 2006: un hombre maduro le lanza a Bob sombreros de piel de leopardo al escenario en pleno acto. Ese sujeto es Terni.
En una de esas visitas de Bob al Viejo Continente, Antonio se las arregló para enviarle algunas de sus botellas. Tiempo después el teléfono de Antonio Terni timbró; era el manager de Bob Dylan, quien le comunicó que estaban interesados en su vino. Terni, de 52 años, no podía creer lo que estaba escuchando, había seguido al músico desde que tenía quince años. Las botellas en cuestión eran su especialidad: el Rosso Conero, un caldo elaborado con uva montepulciano (75 por ciento) y merlot (25 por ciento). Lo nombró Visiones of J, en honor a “Visions of Johanna” del disco Blonde on Blonde (de 1966). Dylan notó el detalle. La intención del italoargentino con esta mezcla de cepas era reflejar el carácter del músico, según su percepción: “Angular, dificultoso e impredecible como el montelpuciano; generoso y amistoso como el merlot”.
En 2002 Bob Dylan se asoció con Terni para que una parte de su producción llevara el nombre uno de sus álbumes. Fueron cinco mil botellas las primeras en salir de esta unión: Planet Waves (título de su álbum de 1974).
Antonio elaboró el vino, Dylan le dio su nombre, e incluso diseñó la imagen: dos líneas blancas a manera de olas, sobre color azul. En la etiqueta posterior de la botella lucían las firmas de ambos, y se podía leer una pregunta salida de la pluma del compositor: “¿Qué es lo que empujó a dos tipos de las esquinas opuestas del mundo a poner sus nombres en una botella de vino tinto italiano? ¿Destino, coincidencia?”
Cada botella de Planet Waves costó un poco más de 50 euros, y se agotaron en menos de un mes, según su distribuidora británica.
El trabajo en común en la primera etapa sucedió a distancia, pasaron muchos meses antes de que los socios pudieran conocerse. Terni sigue trabajando en su profesión, posee 20 hectáreas y produce 90 mil botellas al año de la mano de su enólogo Attilio Pagli. Chaos, Rosso Conero Visions of J., Rosso Conero Sassi Neri, Chardonnay Le Cave, Rosso Conero Le Terrazze, Planet of Waves, son algunos de sus ejemplares. También editó el libro Viñas, bodegas & vinos de América del Sur en 2005, en la editorial Austral Spectator.
De noble cepa
En el grupo de los músicos y auténticos amantes del vino podemos contar a Sting, vocalista de la banda británica The Police; su gusto por el agua de vides lo llevó a adquirir 200 hectáreas en la región italiana de la Toscana, donde produce Roxanne Reserva, que ostenta en su etiqueta su fotografía. Otro músico inglés que elabora su vino, pero en Portugal, bajo la etiqueta de Vida Nova, es Cliff Richard, guitarrista y cantante, fundador de la banda The Drifters.
Cruzando el océano, la actriz y cantante de pop Olivia Newton John, también posee su línea de vinos australiana Koala Blue, y se encuentra activa desde 1983, enfocada en las cepas chardonnay y shiraz.
Otra rockero, pero en este caso, alemán, Peter Maffay, apadrinó los vinos ecológicos de Jaume de Puntiró de Santa María, Es Verger de Esporles, Can Feliu de Porreres y Can Majoral de Algaida, de la isla de Mallorca, en España. Maffay también es reconocido por su ferviente apoyo a la agricultura ecológica, y es propietario de la finca Can Llompart de Pollença donde cría cordero ecológico y otros cultivos naturales que promueve fervientemente en Europa.
Imagen que vende vino
En el otro bando, el de los famosos rocanroleros involucrados con el mundo del vino por motivos comerciales, son los Rolling Stones. “Sympathy for the Devil”, título de la popular pieza del grupo británico, fue el nombre que recibió una línea de dos vinos de postre en 2004, a manera de homenaje a los veteranos músicos. La canción escrita en 1968 por Mick Jagger, incluida en el álbum Beggars Banquet, inspiró la creación de los dos ice wines (de uvas cosechadas congeladas) elaborados, uno, con pinot noir, y el otro, con riesling, de Okanogan Valley, Canadá, en edición limitada. Además, la misma comercializadora californiana, Celebrity Cellars, produce Satisfaction, de Napa Valley, en un ensamblaje de uvas cabernet sauvignon, merlot, petit verdot, malbec y petite syrah; y otros destilados con su nombre en la etiqueta. La rentable idea de que algunos vinos lleven el nombre de las estrellas del mundo del rock y el pop, Celebrity Cellars no sólo la aprovecha con los Rolling Stones, también embotellan diferentes varietales con el nombre e imagen de famosos como Madonna, Kiss y Barba Streisand, por ejemplo. A través de su página web, permiten a sus compradores elegir primero el vino, y luego colocarle la etiqueta de su cantante o músico favorito. Muchos condenan esta práctica, ya que vuelve al vino un producto banal y comercializado, al punto en que el caldo pasa a segundo término.
Antes al rock, por prejuicio y por el hecho de que a muchos de sus intérpretes se les asociaba con los excesos e incluso con trágicos desenlaces por sobredosis, siempre se le relacionaba con las drogas; en estos tiempos en que las estrellas del género ya son producto de la gran industria, y su imagen es meticulosamente cuidada y maquillada por el glamour, ser rockero ya no es malo, ya su nombre también vende vino.
Kaliope Demerutis, editora del suplemento Ocio del diario Público-Milenio, es alumna de la Escuela Culinaria Internacional en la especialidad de Sommelier y en Iniciación Gastronómica.
Comentarios
2 respuestas a «Uvas, copas y rock and roll»
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