Además de reflexionar sobre su oficio, este prestigiado arquitecto y diseñador mexicano se da tiempo para hablar sobre el vino y en especial sobre el sacacorchos, invento que a la fecha sigue causándole admiración…

Porque desde la arquitectura la atención debe estar tanto en las cosas grandes como en las chicas, Bernardo Gómez-Pimienta aumenta su ya conocida producción en diseño de objetos para la vida diaria. Además de lanzar al mercado desde hace varios años, tanto mobiliario como utensilios de cocina, vajillas, vasos y floreros –en esa revisión del espacio como algo integral–, ahora toma el vidrio para crear una nueva línea bajo su firma BGP+.
«Los que nos dedicamos a hacer edificios debemos ponerle el mismo cuidado a hacer un plato o una copa y tratar de entender el proceso de fabricación de cada objeto –dice para Vinísfera–. Cada uno es diferente, pero además es la misma manera de pensar; al hacer un edificio juntas diez mil piezas, mientras que al hacer una silla juntas seis, pero es exactamente el mismo proceso creativo».
Así, lo que es «juntar piezas para hacer un nuevo elemento», que evidentemente aplica tanto para la creación de una casa como de una taza, proviene de esta visión panorámica e incluyente de Gómez-Pimienta: «Para mí, arquitectura y diseño son básicamente la misma cosa; los arquitectos antes hacían diseño, lo que pasa es que lo hemos dejado y nos hemos especializado cada vez en menos, lo cual me parece gravísimo».
Con un libro ya publicado en 2003 sobre sus objetos, el cual lleva esta misma palabra por título, y en el que desfilan sus sillas, sillones, tumbonas, porta botellas, la vajilla del Hotel Habita (de su co-autoría arquitectónica), así como una vasta cantidad de objetos decorativos en vidrio, queda evidenciado que este material ya había sido explorado por él para diseñar una línea de vasos Centenario. Sin embargo, ahora ha tocado el turno para el vidrio puro, el prístino, el que es hermano o primo del cristal. Y con esto, lanza esta vez los vasos y floreros Nouvel.
«Yo creo que es mucho más rico poder hacer cosas diferentes porque siempre aprendes de lo que no conoces. Vamos, yo no conocía el vidrio ni cómo se hacía, hasta que fui a la fábrica y descubrí, sobre todo, lo que no hay que hacer».
Realizados y producidos bajo sistemas antiguos, es decir, «igual a los que se hacían hace 200 años en Alemania, Florencia o Venecia», pero con procesos industrializados, Gómez-Pimienta se acepta divertido al haber encontrado este vidrio. Lo dice por «las enormes posibilidades que te da, tiene tantos componentes de transparencia, color, formas, reflejos. Te permite hacer muchísimas cosas».
Pese a ser vidrio soplado, la línea está hecha en uno muy delgado y fino, lo cual no generó un obstáculo: «Tienes que entender cómo funciona, entonces tienes que meterte a la fábrica y a partir de eso decidir qué quieres hacer. Haces planos, croquis, te metes con los artesanos a ver cómo se trabaja. Lo importante –reitera–, es entender el material y ya que lo hiciste, es más fácil diseñar».
Así las cosas, el resultado estuvo compuesto por vasos de diversos tamaños y una línea de fruteros que van de los muy planitos hasta unos más altos que se convierten en floreros. «Es el mismo modelo que se va estirando y eso permite que los puedas acomodar y encimar, entonces puedes hacer columnas de diferentes objetos que se van encimando en diferentes colores».
Azules, cafés, verdes, naranjas, rosados y transparentes son los vasos, mientras que en humo, azul y rosado están los floreros. «Es otra ventaja del vidrio, cuando lo compras viene en polvo o en barras, y luego son unos cilindros de color con los que escoges el tono exacto y a partir de eso empiezas a trabajar. Entonces es vidrio puro que te da colores muy limpios».
La experiencia del vino
Ahora bien, a la pregunta de si él toma vino en sus vasos, la respuesta es pronta: «Sí, claro, todos los días». ¿Y cuál ha sido la experiencia? «Que sabe muy bien», responde con una sonrisa.
Bernardo, hijo de madre francesa, está habituado al consumo de vino de mesa. «Yo casi siempre como con vino y en mi casa, toda la vida hemos comido con vino». Su preferencia va por los ligeros, franceses por supuesto, y por lo general borgoñas más que burdeos.
Pero mientras no hay variantes en las aperturas, profundidades y cavidades en sus vasos para las distintas intensidades o características de cada vino –cuando recordemos: el vino originalmente se sirve así, en vasos–, la diferencia estriba en otro detalle: «En este caso tienen esta especie de canal, o ¿cómo se podría explicar? Como que se arruga el vaso y esa arruga tiene tres pliegues, está al centro y yo lo lleno a ese nivel. Entonces vas llenándolo y vas viendo cómo llega el vino a la curvita, y es ahí donde dejas de servir. Cuando juegas con eso, empieza a ser muy bonito».
Por tanto, una vez conocido y dominado el vidrio, Gómez-Pimienta subraya: «No hay materiales buenos o malos, es si lo usas de la manera correcto o incorrecta. Es conocerlo, entender su proceso de construcción o de fabricación y usarlo de buena manera. Ese es el truco. Y si haces eso, es el mejor material del planeta».
La pasión convertida en colección
Poseedor de una colección que suma alrededor de 400 sacacorchos, Gómez-Pimienta también ha sido reconocido por esto. Se le han hecho entrevistas y reportajes al respecto. Y no es para menos: lo que pareciera ser un objeto tan cotidiano, mundano u ordinario para muchos, puede llegar a ser definido por este arquitecto como un «objeto mecánico que se explica a sí mismo en su función», o bien, sublimado a un «objeto que requiere precisión». Pero en todo caso, al preguntarle el por qué de tal colección, explica: «Hay una cosa que me parece muy interesante de los sacacorchos. Al final, es un invento muy reciente, se inventan en el siglo XVIII, antes de eso estaba prohibido vender el vino en botella, se vendía únicamente en barrica. Entonces te comprabas tu barrica, la llevabas a tu casa y ahí sí ya ponías al vino en una jarrita para la mesa. Es hasta después cuando en Inglaterra se inventa una botella de vidrio bastante resistente y empiezan a permitir las leyes que se pueda vender embotellado. A partir de eso el problema fue ¿cómo lo vamos a destapar? Ahí se inventa el destapacorchos, como una máquina que tiene que hacer algo muy sencillo: sacar el corcho de la botella de cristal. Ahora hay muchísimos sistemas y es cómo el ingenio hace que se inventen diferentes métodos para hacer algo muy sencillo. Los hay manuales, los hay más ingeniosos que incluso se convierten en muy sofisticados, complicados, cuando lo único que tienen que hacer es ¡sacar el corcho de la botella!».
Conocedor del tema, sabe la solución al posible desastre de carecer de uno y querer abrir una botella: «Hay varias maneras. Si quieres romper la pared, la golpeas contra el muro, pegas la botella y el corcho va salir botado. Pero la pared lo sufre. La otra es con un machete, puedes botar todo el cuello completo de la botella si sabes donde pegarle. Si no, también hay quienes con dos navajitas metidas entre el corcho y la botella van sacándolo dándole vueltas y no le hacen ninguna perforación. Se sale el corcho entero. Hay muchos sistemas, le inyectas aire a presión y también sale el corcho».
Cuatrocientos son muchos y lo reconoce. «Son ocho metros de mueble y ya no me caben». Los tiene divididos por sistemas: los que son de enrollar, de jalar, los que son para diestros y para zurdos, los que giran, los de bracitos, en fin.
Representando a México
Durante marzo, Bernardo Gómez-Pimienta tiene montado en París, Francia, el Pabellón de México dentro del Salón del Libro. «Es todo un reto –comentó previo al montaje e instalación de su proyecto–, representar al país y toda su cultura milenaria ante un público que no obligatoriamente sabe algo de éste».
Luego de haber sido condecorado a mediados del año pasado con la medalla de la Legión de Honor de París, su arquitectura hizo resonancia en ambos lados del Atlántico, por tanto el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) lo designó para ello y este proyectó «un pabellón con tres islas y dos calles intermedias, unificado por una alfombra de colores a cuadros y encima de esto: un mobiliario ensamblado: mesas para los libros, algunas con cristal para los libros de artista, después unos muros que son superficies verticales para que se llenen de libros y atrás un auditorio con bancas». Con esto, Gómez-Pimienta refrenda su condición de hacedor integral e incluyente: para él arquitectura y diseño son un binomio que comparte el mismo grado de complejidad, con la salvedad de que «la complejidad no depende de la cosa en sí, sino de la actitud».
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