Tan famosa que a veces ya no necesita ni apellido para ser referida por las generaciones jóvenes, Julieta Venegas se ha convertido en una heroína de mil aplausos. Con una trayectoria musical diversa, esta treintañera cantante ya tiene un lugar en toda Latinoamérica y aun en ultramar.
Hablar de ella me motiva a reflexionar sobre el género que enarbola, el pop latino. En primer lugar, es un gran negocio, al ser consumido con naturalidad por millones de hispanohablantes. Pero su calidad de ligero y banal hace que a menudo sea satanizado por los melómanos. Yo opino que los condenados no tienen tanto la culpa. El pop, tal como el café instantáneo, nos acompaña cuando no tenemos la calma de degustar productos más finos.
En este momento, pocos compositores mexicanos rivalizan con Julieta en la creación de hits pop (¡hola, Aleks Syntek!). Sin embargo, sus primeros dos discos, Aquí y Bueninvento eran de otra filosofía. Pulcramente producidos y de muy buena calidad, contienen canciones sentidas, introspectivas y a veces de una peculiar tristeza, tal como su imagen en aquellos días: una chava flaquita, de ojos hundidos, como desamparada. Confieso que hoy extraño en ella aquellas inflexiones, medio oscuras y ansiosas.
Pero un buen día, apareció en MTV luciendo sensual y con colores alegres, para promocionar Sí, su tercer disco, eminentemente dirigido a las masas. Tal vez extrañaba las multitudes que vivió en sus inicios, como tecladista de la banda de rock Tijuana No. ¿Cuál fue la fórmula de su éxito? Sustituyó tristeza con alegría, adicionó ingenuidad y elevó al cuadrado los versos sobre relaciones amorosas. Muchos fruncimos el ceño ante tal cambio. Pero definitivamente cautivó al público y desde entonces se le invitó a todas las fiestas: colaboraciones con otros cantantes, discos “homenaje”, conciertos masivos, shows de TV.
Con su último disco en estudio Limón y sal, siguió por el mismo rumbo y logró aún más popularidad (incluso en países como ¡Suiza!). Y es que esta vez se propuso decididamente a crear estribillos tan poderosos que dan miedo. Lo reconozco: no cualquiera entreteje versos simples con una melodía agradable y resulta tan atrayente. Difícil de creer, que alguien con esa frágil apariencia pueda lograr ese maquiavélico hipnotismo. Hace unos meses, después de un evento de la FIL en que participó, la conocí personalmente e intercambié unas palabras con ella (claro, con foto de por medio). Siempre fue tímida y evasiva y después, sentados alrededor de una mesa, casi no intercambió palabras ni con sus conocidos.
Julieta crea conversaciones sinceras con su música y es capaz de infundirnos sus melodías con facilidad, como si contara cuentos. Sabe navegar por muchos arroyos y el que ahora navegue por el más ancho, no le quita méritos (yo prefiero olvidar que cantó junto a Paulina Rubio). Buscará atraernos a su cauce una vez más, presentándose este 1 de agosto, en el teatro Diana de Guadalajara.
Por Aldo Prieto