La ciudad de los proyectos inconclusos

A propósito de la cancelación del proyecto original de la Villa Panamericana, en Guadalajara, te ofrecemos esta reflexión sobre el futuro de la ciudad tanto en términos arquitectónicos como urbanísticos.

Por Marco García Ruiz.

Hace poco más de un año viví -como parte del Colectivo Guayaba- la agradable experiencia de ganar el concurso para el diseño de dos de los edificios de la futura Villa Panamericana 2011, en Guadalajara.


Por aquel tiempo nuestras expectativas sobre el desarrollo de la Villa eran muy altas, al igual que para la mayoría de los habitantes de nuestra ciudad, ya que Guadalajara finalmente tendría un gran proyecto (hecho por arquitectos tapatíos) con la capacidad de impulsar nuestro centro histórico y la importante inclusión de arquitectos invitados de otras ciudades del país y del extranjero. Estábamos cansados de escuchar en otros lugares que Guadalajara es la ciudad de los proyectos  inconclusos (Neverland), donde siempre nos quedamos en el camino de lograrlo, «a un paso del Centro JVC, a un paso del Museo Guggenheim, a un paso de los edificios de Herzog & de Meuron, a un paso de…»; siempre pensamos que nos falta un paso para llegar a ese futuro que anhelamos para nuestra ciudad, pero la realidad es que el camino es mucho más largo y sinuoso de lo que creemos.

La carencia de soporte, la falta de compromiso, la ausencia de realidad nos dejan el día de hoy una vez más «a un paso» de la Villa Panamericana que los tapatíos proyectamos y anhelamos en aquel concurso donde los arquitectos locales dejamos huella de nuestra capacidad como profesionales y nuestro compromiso con la ciudad. Como era de esperarse, en cualquier concurso para desarrollar un proyecto de esta magnitud, hubo polémica, se cuestionó la veracidad de la licitación, la formalidad del jurado, incluso la capacidad de los arquitectos ganadores del concurso. Posteriormente, con la urgencia del encargo y el compromiso adoptado, nos reunimos en torno a la misma mesa con las autoridades responsables del desarrollo del proyecto, con los arquitectos invitados y los otros ganadores. Escuchamos interesantes puntos de vista de Carmé Pinós sobre la intención del proyecto y el mercado establecido para éste, opiniones de Rick Joy sobre mirar hacia el interior de nuestra propia ciudad, las analogías del paisaje urbano de Mathías Klotz y un sinnúmero de reflexiones poéticas hechas por esta gran mesa de arquitectos.

Establecimos compromisos, organizamos nuestras oficinas para dar una respuesta contundente e inmediata, ya que así lo requería el tiempo del que disponíamos y la magnitud del proyecto. Por primera vez teníamos un proyecto en común como arquitectos y estuvimos decididos a trabajar en favor de nuestra ciudad, organizar una pequeña porción de nuestro centro histórico con la finalidad de que sirviera como un gran propulsor. Hablamos de recuperar y regenerar el espacio público, recuperar la identidad perdida en esta zona y dotarla de una nueva vida con el proyecto de la Villa Panamericana. Decidimos adaptarnos a las condiciones del lugar, respetar las colindancias con los edificios de valor patrimonial, tener un verdadero diálogo entre la arquitectura existente y la nueva arquitectura que nosotros mismos generamos. Asistimos a paneles de discusión sobre el proyecto, tuvimos conversaciones con estudiantes en el Foro Internacional de Arquitectura del iteso, en el taller vertical del itesm; el proyecto se presentó en arpafil y los proyectos se publicaron a nivel internacional en una de las más importantes plataformas de la arquitectura nacional, la revista Arquine.

Hace años que Guadalajara no tomaba participación en un proyecto tan importante para la ciudad, para nuestros habitantes, arquitectos, ingenieros, urbanistas, para todos los que nos involucramos en este sueño. Desafortunadamente, aun cuando tomamos en cuenta los retos económicos, de viabilidad y de mercado, la crisis económica mundial hizo su aparición, cortando nuestras alas antes de volar tan alto. Una serie de sucesos inoportunos son los que han venido acompañando el desarrollo y la viabilidad del proyecto (que se puso en manos del mejor postor para su ejecución).

Sobre el episodio poético que vivimos durante las sesiones de trabajo con todos los arquitectos, debemos de ser muy claros en que todos los cuestionamientos sobre la infraestructura existente, el equipamiento, la vocación de la zona, el uso mixto de los edificios y el mercado meta para su comercialización, fueron analizados y aparentemente tomados en cuenta por las autoridades presentes en dichas reuniones de trabajo. En todo momento estuvimos conscientes de la positiva diversidad de cada uno de los proyectos, tomando ésta como parte esencial en el desarrollo de la imagen urbana de toda ciudad contemporánea. Estudiamos temas importantes para desarrollar criterios de solución en los sistemas constructivos a emplearse, la homogeneidad en los materiales propuestos y sus aplicaciones.

Una arquitectura racionalmente regional se convirtió en nuestra bandera, ya que todas las propuestas hablaban de establecer sensibilidad, de acercamientos llenos de esencias, sensaciones, luz, sombra, colores, personalidad. Hablamos de escuchar la respiración del lugar, su pulsación, interpretar sus ritmos en orden para crear; tomar en cuenta nuestro medio físico, nuestro entorno, una arquitectura que lograra perdurar y envejecer con carácter. Trabajar con la imperfección de una obra de carácter masivo, pero nunca bajo reglas genéricas que dieran paso a la producción en serie, ni a la masividad comercial, puesto que éstas han sido las grandes protagonistas en infinidad de proyectos que han fracasado bajo la bandera del estilo internacional.

La Villa Panamericana ahora tiene un nuevo socio desarrollador con una nueva perspectiva sobre lo que debe de ser este proyecto. Este nuevo enfoque se basa en una arquitectura que garantice el anonimato, una arquitectura inocente, una arquitectura que se pierda, una arquitectura con el ingenio del pobre. Garantizar el anonimato se refiere a la consideración de las alturas existentes en el entorno inmediato de la zona; que se pierda hace referencia a la utilización de materiales homogéneos; inocente en el empleo de sistemas constructivos similares y el ingenio del pobre con respecto a las economías de escala. Todos estos conceptos podrán tener grandes virtudes o ser ampliamente cuestionados, pero sólo el tiempo habrá de darnos esta respuesta.

Hay que ser claros al decir que estos nuevos conceptos no hablan de sensibilidad, ni de identidad; se basan exclusivamente en la estandarización de procesos que permitan construir a una gran velocidad, con bajo presupuesto y sistemas de construcción masiva en serie: las mismas dimensiones para cada vivienda, la misma cocina, el mismo baño, la misma puerta, la misma ventana, las mismas alturas, los mismos materiales, etcétera; una estandarización absoluta cobijada bajo la bandera del ingenio mexicano.

En nombre del placer de vivir en Guadalajara y de nuestro compromiso con el futuro de nuestra ciudad, debemos resistir el desarrollo de proyectos que pretenden arrasar la identidad de nuestro centro histórico, proponiendo llenarlo de edificios clonados, oficinas clonadas, viviendas clonadas, dando paso a una arquitectura instantánea sin pensamiento.

Es momento de denunciar a la arquitectura automática como producto de estrategias invertidas y de exponerla como ejemplo de lo ambiguo, lo dislocado, lo explotado y lo deslucido. Entendemos que los retos del socio constructor son inmensos: diseñar, construir, operar y comercializar el proyecto en su totalidad es un gran reto para cualquier desarrollador que en estos tiempos y con nuestra realidad económica tome la responsabilidad de hacerle frente a tan importante compromiso, una misión imposible.

Nosotros, ciudadanos y arquitectos de esta gran ciudad, debemos asumir el reto de reorientar, modificar e imaginar lo que la arquitectura genérica no puede. Debemos seguir trabajando a favor de Guadalajara, ver más allá del campo de la arquitectura. Debemos de exigir a las autoridades responsables que se den pasos firmes y concretos al referirnos al desarrollo y reordenación de nuestros territorios, pero también debemos ser exigentes con nosotros mismos como sociedad. Se tiene que hacer con cautela la planeación y ver la más adecuada para cada proyecto que se vaya a licitar, sin importar su escala y alcances.

No podemos permitir nuevamente que un grandioso proyecto, como lo fue la Villa Panamericana, se quede una vez más en buenas intenciones y termine atrapado en dos de las grandes calamidades humanas como la prisa y la indecisión. Sigamos trabajando para que Guadalajara se convierta en la gran capital que debe ser y ayudar a que nuestros proyectos puedan llenarla de experiencias, de vivencias, de placer, y nunca olvidarnos de nuestro pasado, fortalecernos con nuestra actualidad contemporánea y trabajar por ese futuro que queremos construir, para no volver a quedarnos a un paso de…

Marco García es arquitecto del Colectivo Guayaba.

Comentarios

1 respuesta a «La ciudad de los proyectos inconclusos»

  1. Benito torres

    Arq. Marco Garcia, lo felicito por su articulo tiene toda la razon, le mando un abrazo

    Benito torres