El Valle del Itata, situado entre las ciudades de San Carlos por el norte y Bulnes por el sur y atravesado por los ríos Itata y Ñuble, es uno de los más meridionales de Chile, se caracteriza por una naturaleza desconcertante y por tener condiciones climáticas y geográficas singulares para el cultivo de la vid.
Por Dr. József Kosárka
Es bien sabido que el conocimiento ancestral de esta actividad agraria tradicional llegó al territorio chileno de la mano de los conquistadores españoles, sin embargo muchos desconocen que según versiones de historiadores, en esta valle nació la vitivinicultura nacional cuando a mediados del siglo XVI los jesuitas plantaron las primeras parras para la elaboración de vino de consagrar. Se trata de la variedad Negra que en aquel tiempo ha sido la más importante en el continente americano -llamada también Misión en California y posteriormente Criolla Chica en Argentina- y que en Chile a fines del siglo XIX comenzó a denominarse País. Ésta se caracteriza por hojas alargadas y lustrosas, racimos de forma cónica grandes y ramosos, bayas negro-rojizas y rosadas. Durante los siglos posteriores la mayor parte de la producción vinícola del país procedió de estas tierras hasta que las nuevas variedades y prácticas de producción modernas adquirieron mayor importancia en otras regiones y, en consecuencia, a principios del siglo XX el Valle de Itata comenzó a dejar de gozar de una posición consolidada en el mercado.
Esta región es una verdadera joya natural en el sur de Chile, presenta características predominantes de clima fresco con mucho viento durante el verano y lluvias abundantes en invierno. En el período de desarrollo de la vid más importante se notan diferencias de temperatura marcadas entre el día y la noche permitiendo una lenta maduración de los racimos que producen granos más grandes con menor relación hollejo pulpa. Los suelos son arenosos y pedregosos con sedimentos fluviales ricos en minerales en los cuales se extienden bosques templados que se alternan con pequeñas parcelas de viñedos ubicados en las abrigadas pendientes entre los Andes y la Cordillera de la Costa. La zona delimitada para la denominación de origen de Valle de Itata comprende las áreas vitícolas de Chillán, Quillón, Portezuelo y Coelemu donde existen unos 5,5 mil propietarios que cultivan alrededor de 10 mil hectáreas plantadas ante todo con las variedades País, Cinsault y Moscatel de Alejandría. (Las País y Cinsault, tienen más del 90% de la superficie total sembrada en Chile.) Éstas vienen estando ahí por largo tiempo pero hasta los años recién pasados han sido casi olvidadas ante el auge de otras mejor conocidas y más en moda para vinificación en todas partes del mundo. Aún hoy día su cultivo se caracteriza por la sobreproducción y el bajo precio que los pequeños productores reciben al venderlas a otras bodegas. El creciente interés manifestado últimamente por ellas se debe ante todo a la mayor preferencia de los consumidores exigentes por vinos singulares provenientes de terruño único y de la mano de inquietos productores dedicados.
En ocasión de la última edición del Catad’Or, el concurso nacional de vinos chilenos de gran prestigio, los miembros extranjeros del Jurado han tenido la grata oportunidad de visitar el Valle de Itata y obtener experiencia directa acerca de los cambios que vive la vitivinicultura local. Se podría servir como uno de los modelos de referencia para las buenas prácticas en la elaboración del vino la Hacienda Cucha Cucha, ubicada en Portozuelo (Provincia de Ñuble), que es una de las más antiguas bodegas del país y la cual actualmente está potenciando la revitalización de viñas centenarias y al mismo tiempo ayudando a los pequeños productores por medio de innovaciones e intercambio de conocimientos con el fin de fomentar algún tipo de desarrollo cooperativo. En la actualidad cuenta con 240 hectáreas de viñedo divididas en pequeñas parcelas entre las cuales se encuentra algunas plantadas con vides de la País cuya edad supera los 200 años y son bien cuidadas guardando así mucha historia. Estas vides están en perfecto equilibrio y producen en forma muy natural con rendimiento bastante limitado. Los vinos a los que siguen dando origen pueden parecer ligeramente rústicos o de menos complejidad al paladar refinado, no obstante son singulares en cuanto a la intensidad de la fruta y la acidez.
Durante el tiempo reciente varios vinos del Valle de Itata han recibido reconocimientos nacionales e internacionales y vienen siendo altamente valorados por la prensa especializada a pesar de que solo un medio centenar de bodegas los comercializa aprovechando ante todo los nichos de mercado para vinos naturales únicos. La Asociación Gremial de Enólogos, Productores y Profesionales del Vino del Valle de Itata promueve la mayor producción de éstos, incluyendo los espumantes, tratando de dar un mayor auge a la región que puede ser apoyado también por el desarrollo del enoturismo. Esto puede ser otra posibilidad para acercarse al consumidor y difundir los valores de la vitivinicultura local que viene mostrando cada vez más signos alentadores. Todavía no existe un gran número de pequeñas o medianas bodegas (como, por ejemplo, las Viñas Valle del Itata, Viñas de Chillán Largui, Casanueva, Tierra de Arrau) que gestionan acciones como mostrar a los visitantes sus viñedos e instalaciones y ofrecer sus vinos sacados con pipeta directamente de la tina o de de la barrica, pero no faltan los esfuerzos para salir adelante. Al respecto, ha sido buena iniciativa de los distintos actores involucrados el abrir de sus puertas la primera tienda boutique de vinos “Alma del Itata” en la localidad de Ñipas (Comuna Ránquil) con una oferta de unos 50 vinos con el fin de conectar con el consumidor a través de una experiencia particular que permite apreciar y diferenciar las variedades que se cultiva en la región.
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La presencia más marcada en el Valle de Itata de algunos actores importantes del sector como Concha y Toro, De Martino, Miguel Torres y San Pedro puede generar una señal importante para que los pequeños productores locales avancen en su producción y mejoren su competitividad. Pese a que ya se este abriendo caminos para fomentar la exportación de sus vinos, todavía no son muchos que los venden directamente a otros países. Sin embargo, aquellos que tienen estas aspiraciones últimamente vienen coordinando mejor los esfuerzos comerciales de cara al mercados extranjeros como, por ejemplo, Estados Unidos, Brasil, Colombia, China. Algunas que forman el selecto grupo de bodegas que exportan sus vinos (embotellados y a granel) son las Cavas Submarinas, Mannle, Neira, Pandolfi Price, Santa Berta, Zaranda. Hoy día ya no sólo unos pocos comparten la opinión que en el Valle de Itata son dadas las condiciones para un salto cualitativo y cuantitativo en las exportaciones de vinos” y se espera que próximamente se realizará nuevas acciones de promoción.
También hay que resaltar que en paralelo al redescubrimiento de los vinos del Valle de Itata las fiestas de vendimia de sus pueblitos (Chillán, Quillión, Portezuelo) vienen tomando mayor vigor congregando gran parte de los productores y atrayendo cada vez más público. Estas pretenden rescatar las tradiciones de disfrutar de un momento único para adentrarse en la tradición vitivinícola local incorporando a la celebración no solo la degustación de vinos sino también lo mejor de la gastronomía típica. (Uno de los platos distintivos es la empanada de horno de barro que muchas veces se acompaña por el pipeño tinto que se elabora a base de la País de forma artesanal en pipas fabricadas con listones de alerce o roble. Aunque su mayoría sea bastante rústica y simple, esto tiene la nobleza del arraigo popular. Últimamente algunos productores, como Louis-Antoine Luyt y Roberto Henriquez, intentan demostrar que merece ser enaltecido. En este aspecto vale la pena mencionar que este vino típico chileno contiene un 30% más de resveratrol, compuesto que tiene propiedades antioxidantes y es uno de los polifenoles que protege las células y tejidos con notables efectos de antienvejecimiento.
Fotos: autor ; conicyt.cl