La vuelta al mundo en once regiones

El mapa vitivinícola del mundo no se agota en las opciones tradicionales. Te presentamos diez postales, repartidas en cinco continentes, de regiones del planeta cuyos vinos tienes que probar para ampliar tus horizontes.

Sudáfrica: Robertson Wine Valley, diamante en bruto.

Por Álvaro Gamboa

Robertson Valley se localiza dentro de Breede River Valley, una de las cinco áreas de producción de Sudáfrica. Aquí existen 3 WO’s (Wine of Origin, equivalente a Denominación de Origen), de las cuales Robertson Wine Valley es la principal. Su localización privilegiada y el compromiso con la calidad que tienen sus productores, son los causantes del auge de esta región.

Robertson Valley se encuentra a tan sólo 170 km al este de Cape Town. Esta región se localiza justo en las montañas de Langeberg, lo que implica un terreno accidentado y cambiante. Cuenta con 48 bodegas establecidas, algunas de ellas con mucha tradición vinícola y algunas totalmente nuevas, pero lo que sí es seguro es que este número seguirá aumentando.

La región se divide, pues, en nueve wards o subregiones, cada una de ellas con un terroir diferente, dando lugar a que sólo ciertas variedades de uvas se planten en ellas. Ahí se produce casi todo tipo de vinos, blancos, tintos, espumosos, fortificados y de postre. Las cepas principales de la región son: chenin blanc, chardonnay y sauvignon blanc, en cuanto a blancas; cabernet sauvignon, shiraz y pinotage (uva autóctona y emblemática del país), en cuanto a tintas.

Con respecto a la producción de vinos espumosos, Robertson lleva la delantera en cuanto a calidad en el país. El terroir ideal, fresco y con alta fluctuación de temperatura entre día y noche, sumados a la composición de la tierra, caliza en su mayor parte, crea vinos con alta expresión frutal y una acidez muy refrescante. Estos vinos llevan la denominación de Methode Cap Classique, haciendo referencia al método tradicional o champenoise.

La gran mayoría de los productores se apega a este método, utilizando las mismas cepas permitidas en Champagne y logrando la segunda fermentación en botella. La primera bodega en producir un vino Methode Cap Classique en Robertson Valley fue Graham Beck.

Graham Beck Wines, la cual lleva el nombre de su fundador, se encuentra justo en el corazón de Robertson Valley. Esta bodega, establecida en 1983, fue una de las primeras en exportar sus productos a Europa y al resto del mundo. En el año 1994 el legendario presidente Nelson Mandela brindó con el vino Brut MCC el día de su inauguración.

Robertson Valley es una región vinícola que con un poco de tiempo estará a la par con las del resto del mundo. Robertson produce vinos de gran calidad, cuenta con una gran industria hotelera y restaurantera, campos de golf, tours en tractores (tradición sudafricana) y tastings gratis en sus bodegas. Definitivamente una región que vale la pena visitar, aunque sólo sea a través de sus vinos.


Stellenbosch, viaje a los confines de la tierra del vino.

Por José del Valle

En esta oportunidad quiero referirme a mi extraordinario viaje a los viñedos sudafricanos de la región de Stellenbosh, que es el segundo asentamiento europeo más antiguo de Sudáfrica, después de Ciudad del Cabo.

Este prodigioso lugar se sitúa en la Provincia Occidental del Cabo, aproximadamente a 50 kilómetros de la capital, a lo largo de las orillas del Río Eerste, y se conoce como la “Ciudad de los Robles”, debido a la gran cantidad de árboles de este tipo plantados por su fundador, Simon Van Der Stel, para adornar avenidas y haciendas desde 1679.

El viaje resultó muy placentero, no sólo por la magnífica calidad de los vinos que esta región produce, sino por los paisajes que disfruté durante el recorrido manejando (al estilo británico) por sus inigualables autopistas. Los Valles Stellenbosch, Paarl y Franschhoek forman las “Tierras del Vino del Cabo”. La industria vitivinícola sudafricana produce aproximadamente mil millones de litros de vino anualmente. Stellenbosch es el emplazamiento primario para la viticultura y la investigación en viticultura. El área tiene un clima de tipo mediterráneo, con veranos calientes, inviernos frescos y cielos claros y soleados. Está al comienzo de las faldas de las montañas del Cabo, que han creado unos suelos favorables a las vides que son cultivadas principalmente para el vino y no para uvas de mesa.

La primera bodega que visité fue Tokara; Se localiza en las montañas de Helshoogte Pass, a 5 km. de la ciudad de Stellenbosch. Alrededor se pueden observar las majestuosas montañas Simonsberg, False Bay y Table Mountain. Este es un viñedo tipo boutique y tiene restaurante propio. Al entrar se ubica una majestuosa estancia con una gran chimenea, dos ventanales gigantes con vista a los viñedos y en el muro, un hermoso reloj de pared antiguo. En este recomendable lugar probé uno de sus vinos blancos y otro tinto de buena calidad y compré una botella del vino Premium Tokara Queen of night 2005, cuya etiqueta llamó poderosamente mi atención y que se encuentra en periodo de guarda en mi cava personal. Esta interesante bodega organiza un original concurso denominado “Wine Made Art”, convocando a pintores a que utilicen el vino como material para sus obras. Adicionalmente esta bodega produce aceite de oliva de muy alta calidad.

Posteriormente retomé la carretera y me detuve en una bodega que me pareció importante dada su tradición y calidad de sus vinos: Kanonkop.

Es un viñedo más tradicional y sobrio. Probé varios de sus vinos, un joven blend 2008 llamado Kadete y otros dos de nombre Kanonkop; el primero de uva pinotage cosecha 2007 y el segundo de uva cabernet sauvignon cosecha 2006. Particularmente me gustaron mucho los vinos, pero no así su bélica imagen, con cañones, cadetes y guerra en todas sus etiquetas. Decidí comprar el vino de uva pinotage debido a la característica de esta vid, propia de la región y del país. Aproveché su hermoso jardín para detenerme a comer un sándwich de camambert que me había preparado desde el hotel, acompañado de una copa de Kanonkop cabernet sauvignon, que disfruté de principio a fin. Recomiendo ampliamente la calidad de estos vinos.

Por la tarde me dirigí a una bodega que tenía agendada tiempo atrás. Se trata de Diemersfontein, que es una vinícola más comercial y está ubicada en la región de Wellington, a 42 kilómetros hacia el norte. Aquí tuve oportunidad de degustar siete de sus etiquetas. Vinos muy interesantes, de buena estructura y magnífica presentación. Esta bodega ha pertenecido a la familia Sonnenberg desde 1940 y actualmente es administrada por su tercera generación. Su línea premium de vinos se lanzó en 2001 con cuatro variedades importantes: cabernet sauvignon, pinotage, merlot y shiraz.

A la mañana siguiente me reuní con mi amigo Roberto Bottega, propietario de la bodega Da Capo Vineyards y de cuyos extraordinarios vinos me ocuparé en una siguiente entrega. Roberto me preparó una singular visita a dos antiguos viñedos de la región. El primero de ellos, Lourensford, que en sí es un hermoso lugar fundado en el año 1700, con jardines imponentes, pero con una producción de vinos regulares y poco recomendables.

El segundo de ellos vale mucho la pena y se llama Vergelegen; es el segundo viñedo más antiguo de la región. Los vinos son simplemente maravillosos. Compré el vino principal de la bodega que se llama Vergelegen Red, que presenta un llamativo color rojo rubí, profundo y brillante, destacando sus notas a casis, especias y frutos rojos. Su composición es cabernet sauvignon 76%, merlot 18% y cabernet franc 6%. Este vino es guardado en barrica nueva de roble francés por 24 meses, creando un equilibrio inigualable entre su frutalidad, acidez y tanicidad. Posterior a la cata tuve oportunidad de visitar sus antiguos jardines, la vieja casona y su biblioteca. Esta bodega está a cargo del prestigioso enólogo Andre Van Rensburg, que entre otros destacados premios ha obtenido en dos ocasiones el trofeo internacional “Chateau Pichon Longueville Comtesse de La Lande” por el mejor tinto blend a nivel mundial.

Me ha parecido interesante compartir con ustedes la primera parte de mi visita a Stellenbosch, dado que se trata de bodegas muy importantes cuyos vinos todavía no están en nuestro país, pero que bien vale la pena intentar localizar y probar en cualquier oportunidad viajera.

Asimismo comparto también con ustedes unas cuantas fotos que demuestran la belleza del lugar, la grandeza de sus viñedos y la magnificencia de sus vinos, que desafortunadamente no podrán disfrutar a través del sentido de la vista sin la participación del resto de los sentidos, como podré hacerlo yo, después de descorchar una a una las botellas que me acompañaron durante el resto de mi viaje y hasta el regreso a México.


Texas, la estrella que viene.

Por Víctor Juárez

Probé vinos texanos por vez primera hace tres décadas: tintos carnosos sin elegancia o refinamiento, aceptables como algunos que todavía producen ciertos países del norte de África. Conviene recordar que el panorama vitivinícola de hace 30 años se encontraba muy distante del actual: la sofisticación no había invadido Napa, menos aún Ensenada; Australia apenas comenzaba a destacar y las regiones tradicionalmente productoras como Burdeos seguían imponiendo modelos clasicistas. Muchas cosas han cambiado desde entonces.

No voy a plantear un cuento de hadas en el que las princesas de California, Oregon, Washington o Nueva York terminan siendo desplazadas por una cenicienta texana que sale de los establos y se transforma de cow girl en refinadísima doncella, pero lo cierto es que Texas está produciendo vinos que habrán de llamar la atención durante la próxima década.

Los viñedos texanos están ubicados en cinco grandes regiones, la menos favorecida de las cuales se localiza al sureste (la costa del Golfo), donde la humedad es superior a lo deseable y la amenaza de plagas obliga a usar fungicidas en cantidades preocupantes. La variedad blanc du bois, desarrollada en la Universidad de Florida, ha sido una buena opción para Texas, con vinos de aromas que recuerdan el ancestro del que proviene: muscat. Esta región cuenta con poco más de 35 hectáreas y 30 productores.

En el norte los viñedos son un factor paisajístico que incide en la plusvalía de terrenos para vivienda de alto nivel, con Dallas/Forth Worth como punto focal. Unas 150 hectáreas de viñedos y 60 productores apenas logran abastecer la demanda interna. Texoma, declarada Área Vitícola Americana (AVA: American Viticultural Area) en 2005, es su región más prometedora, en la frontera con Oklahoma. Fue justo aquí en donde el viticultor Thomas Volney Munson realizó a finales del siglo diecinueve los injertos de vinífera con variedades americanas resistentes a la filoxera, lo cual permitió que se rescataran los devastados viñedos europeos.

El área central, al poniente de Austin y San Antonio, representa un buen potencial marcado por microclimas que se conjugan con colinas de rocas calcáreas y arroyos tan limpios que evocan los inicios de Macondo. Unas 250 hectáreas de viñedos y medio centenar de productores ya son considerables. Aquí se encuentran dos AVAs texanas: Bell Mountain (designada en 1986) y Fredricksburg (1989), cuyo nombre indica la herencia cultural que dejaron inmigrantes llegados de Alemania hace 150 años.

Tres AVAs se localizan dentro de la región sureste, con un total de casi 500 hectáreas de viñedos: el Valle de Messila (1985, la AVA más antigua de Texas, compartida por Nuevo México), el Valle de Escondido (formalmente clasificado en 1992) y las Montañas Davis (1998), éstas con altitudes entre 1,500 y 2,750 metros sobre el nivel del mar, lo que genera microclimas muy distintos de la imagen típica que mucha gente tiene de Texas como zona universalmente calurosa.

Last but not least, las Altas Planicies (High Plains, AVA desde 1993) en el noroeste son referidas como “el mango de la sartén”, una importante elevación que destaca sobre el vasto territorio tejano. Leo Adams (1905-1995), uno de los más antiguos historiadores del vino en Estados Unidos, señaló desde finales de los setenta las innegables virtudes de esta área para la viticultura. Más de la mitad de sus 450 hectáreas de vides se han incorporado en la última década, y bien pudieran duplicarse en la siguiente. Veranos con días calurosos y noches frescas, una óptima pluviometría (450 ml anuales, un valor similar al de la Rioja Alta), más suelos ricos en minerales y bien drenados, todo apunta a un futuro prometedor, incluso para variedades de clima frío como sauvignon blanc o pinot noir.

Para concluir les cuento que, desde agosto, Enofilia ha organizado cenas y degustaciones a ciegas en las que vinos texanos han salido favorablemente comparados con vinos de Europa, superando en relación calidad/precio a dos o tres pinot de Borgoña o el sur de Francia.

Es poco probable que Texas llegue a ser una espectacular y sofisticada princesa vitivinícola, pero lo cierto es que tampoco es la plebeya que muchos equivocados pudieran creer.


Priorat: La escalera de Dios.

Por Marco Martínez

Fundada por los cartujos de San Bruno en los terrenos de Scala Dei, cedidos por el rey aragonés Alfonso II el casto, en el siglo XII, se construyó la primera cartuja de los reinos españoles.

El nombre del lugar se debió al sueño divino que tuvo un pastor de la región que creyó haber visto sobre un pino a varios ángeles bajando por la famosa escalera de Jacob.

La comarca montañosa del Priorato debe su nombre al Prior (superior o prelado de un convento) de la cartuja y se encuentra rodeada y protegida por sierras muy altas, como son: la sierra de Llena, la sierra del Montsant, los montes de Prades, los de la Musara y Alforja.

En medio de este impresionante escenario, los monjes cartujos expandieron el cultivo de la vid en toda la comarca, generando un crecimiento económico y en el cultivo de cepas como: cariñena, garnacha, garnacha peluda, cabernet sauvignon, garnacha blanca, macabeo y Pedro Ximénez.

Después de la desamortización de Mendizábal, los monjes cartujos fueron expulsados de la región, teniendo que dejar atrás años de arduo trabajo. Tras la salida de los monjes, el antiguo edificio de la cartuja se convirtió en ruinas por el abandono, conservando sólo la llamada conreria (casas de labor de la cartuja).

El terreno donde se cultivan los vinos del Priorat es sumamente quebrado y los viñedos se encuentran en las pendientes de los montes, haciendo la labor de los viticultores sumamente difícil. Las tierras de pizarra o licorella son difíciles de roturar, por lo que la labor se tiene que realizar sólo por la mano del hombre. La época de la vendimia es difícil y el transporte de la uva se realiza en su mayor parte a lomo de caballo.

En esta tierra difícil a la que llega La escalera de Dios, nacen los espectaculares vinos de esta denominación de origen. Una tierra donde los rendimientos por hectárea son muy bajos, sin embargo aquí se producen vinos de excelente calidad.

Como recomendación especial, puedo citar el vino Salmos de la bodega Torres, un ensamblaje de garnacha tinta, syrah, mazuelo y cabernet sauvignon. Un vino con crianza de nueve meses, en barrica de roble nuevo francés, de color oscuro que recuerda el regaliz, sobre un suave fondo especiado y tostado.


Líbano y su herencia vinícola milenaria.

Por Mario Hemuda Jorge

¿En Líbano hacen vino?

Quizá esta es una de las preguntas más frecuentes que recibo a la hora de ofrecer o platicar acerca de los vinos libaneses. En la época clásica, las viñas del Líbano fueron tan famosas como sus cedros, y sus vinos viajaban a lo largo y ancho del Mediterráneo.

El Líbano es uno de los primeros países donde inició el cultivo de la vid. Excavaciones en la ciudad de Biblos muestran que allí ya existían las viñas desde hace 5,000 años. Los fenicios, pueblo dedicado al comercio y cuya hegemonía duró del año 1200 hasta el 330 a.C., fueron seguramente los primeros en introducir vides para la elaboración del vino. Los fértiles suelos del Líbano eran famosos por sus vinos en la antigüedad, y se los tenía en gran consideración en Grecia, Anatolia y sobre todo en Israel, que mantenía estrechas relaciones comerciales con los fenicios. Éstos embarcaban vinos libaneses ricos y dulces en ánforas a todos los rincones del Mediterráneo, para ser bebidos por los ricos ciudadanos de Atenas, Cartago y Roma. Debe dársele crédito al Líbano, entonces, por la propagación de los viñedos, a través de los fenicios, en todo el Mediterráneo, junto con el color púrpura y el alfabeto.

Durante el período greco-romano, la bebida celestial era objeto de culto. Baco-Dionisio entró en el Panteón y el más hermoso templo de Baalbeck estaba dedicado a él. Y así, desde la oscuridad de los tiempos, el misterioso curso de la historia siempre nos trae de vuelta a este rincón privilegiado, donde se recogió por primera vez el líquido de la viña. Después de la caída de Roma, el cristianismo tomó la tradición. Fue en el Líbano que Cristo convirtió el agua en vino, en su primer milagro, durante las bodas de Caná. Luego vino el Imperio Bizantino, que extendió el cultivo de viñedos desde la fértil Bekaa a todo Medio Oriente para hacer vino sacramental.

También durante la Edad Media los vinos del Líbano eran excepcionalmente apreciados y no sólo en el interior del país. En toda Europa se bebían los vinos de Tiro o de Sidón, que exportaban los mercaderes venecianos establecidos durante mucho tiempo en la zona del actual Líbano. El valle de la Beqaa, con la ciudad de Baalbek como punto central, forma el actual centro del área viticultora libanesa y se encuentra en el paralelo 32.5 N. En este valle se cultivan viñedos hasta una altura de unos 1,000 m, donde las condiciones climáticas son absolutamente favorables: el sol brilla 300 días al año y la proximidad del Mediterráneo funciona como regulador de temperatura. Las noches en estas altitudes son especialmente frescas y se registran precipitaciones abundantes, que ayudan a regular la maduración total de las uvas, antes de la cosecha. Es bastante raro encontrar sistemas de cultivo con espalderas o guías; por el contrario, la mayoría de las cepas son bajas y no necesitan cuidados especiales.

Hasta comienzos de 1980 la demanda de vinos era grande, pero con la guerra civil del Líbano el consumo se fue reduciendo y la mayoría de las propiedades vinícolas no pudieron recolectar sus cosechas durante varios años. Una excepción es Château Musar, que fue la única que perdió sólo una cosecha, la del año 1984. La mayoría de las vides plantadas y vendimiadas durante la guerra, se consumieron como fruta de mesa o se utilizaron para la elaboración de la bebida nacional, el arak, un licor con sabor a anís, derivado de una triple destilación de la uva.

En la actualidad la superficie de plantación de viñedos asciende a 27,000 hectáreas. De la producción anual se destinan unos 300,000 hectolitros a la elaboración de vinos, mientras que el resto se comercializa en el mercado como uva de mesa. En la elección de variedades de uva predominantes, se han tomado como referencia las zonas vinícolas francesas, puesto que Líbano estuvo bajo el dominio francés entre los años 1920 y 1964. Durante esa época se plantaron muchas de las viñas que en nuestros días producen un notable rendimiento.

Las variedades de uva predominantes son sobre todo las tintas cinsault, carignan, mourvédre, garnacha y alicante, además la cabernet sauvignon, la gamay, la petit verdot, la merlot y la syrah. Las variedades tintas tienen las condiciones idóneas para proporcionar vinos equilibrados con gran capacidad de envejecimiento. Dentro de los vinos blancos que gozan de mayor aprecio encontramos sauvignon blanc, ugni blanc, semillón y chardonnay. Y uvas locales como la merweh o la meroué.

Las principales bodegas las encontramos en Chateau Musar, Chateau Ksara y Chateau Kefraya, junto a estas tres propiedades vinícolas también destacan Clos St. Thomas, Domaine Wardy, Château Ddu Grand Seigneur (Farra) y Tanaïl (Massaya). Dentro de las grandes leyendas del vino de esta región, encontramos el Château Musar, el cual exporta el 90% de su producción y es un vino de culto. Probarlo es tener la posibilidad de rozar, de acercarse y luego aprehender una complejidad extraordinaria, como si estos vinos fueran el resultado de una alquimia preciosa de elementos complementarios. La mezcla de fuerza y de fineza es el símbolo de este vino.


Ruido desde Washington.

Por Alberto Salvatori

Imaginemos a la geografía vitivinícola, como un conjunto de edificios departamentales. Los habitantes más antiguos, quienes viven en el centro de la unidad habitacional, comienzan a preguntarse qué escándalo se traen dos jóvenes inquilinos que habitan el edificio noroeste. Vecinos entre sí, uno debajo del otro, están haciéndose conocer, a gritos, dentro de la comunidad vitivinícola mundial.

Específicamente, nos referiremos al muchacho que vive hasta el último piso del ala occidental de Estados Unidos: Washington. En los años 90, este joven se dio a conocer mundialmente a través de su estruendosa aportación musical: el grunge. Ahora, haciendo pareja con su vecino, Oregon (pues hasta comparten tres regiones productoras), ha decidido presentarse en el escenario de los fanáticos del vino.

Como si se tratase de compañeros de escuela, estos dos estados tienen una muy similar “historia académica”. Washington, al igual que Oregon, comenzó a producir vinos desde mediados del siglo XIX. Coinciden también en el despegue de la industria como tal en los años 60. Como buenos compañeros de generación, parece que hasta se han puesto de acuerdo para no opacarse entre sí. Oregon, dirigió su carrera artística hacia el pinot noir, mientras que Washington eligió las notas más fuertes (qué otra cosa se podía esperar del joven rockero) del merlot y el cabernet sauvignon. De cuando ambos vecinos comparten sus expresiones, se obtienen muy buenos vinos blancos como el riesling.

Hoy, Washington se asoma a la ventana y reta al habitante de la planta baja estadounidense, California, pues es el segundo productor de uva para vino en el país. Igualmente, ya cuenta con su propio turismo enológico y se le puede encontrar fácilmente en muchas páginas de internet.

Concluyendo con la analogía musical, mi sugerencia es que la próxima vez que entren a la “tienda de discos”, se dirijan hacia el “vino alternativo” y busquen etiquetas tituladas “Columbia Valley”, “Walla Walla Valley” o “Yakima Valley”, la propuesta del autor, Washington, merece dedicarle los sentidos.


Nueva Zelanda para golosos.

Por Aquiles Serdán

Mucho más allá que un ansiado viaje de negocios, mi reciente visita a Nueva Zelanda resultó ser una deliciosa experiencia enológica y también gastronómica, un verdadero paraíso para aquellos que disfrutamos del “vino y pipirín”, como diría Alex Zárate, un muy querido amigo y guía gourmet.

La experiencia comenzó desde que abordé el avión de Air New Zealand y perdónenme si suena a comercial, pero vale la pena mencionarlo, pues solamente momentos después de haber descubierto todo el entretenimiento que me brindaría la pequeña pantalla colocada frente a mí, con videos de Nueva Zelanda, un sinfín de películas, música para escoger y los videojuegos más actuales, me di cuenta de que apenas comenzaba lo interesante para mi glotonería: una carta de vinos cuidadosamente seleccionada con diferentes vinos kiwis. Tenía que probar uno, después otro y por qué no… otro más; después de todo, era mi deber conocer aquellos productos que tan fervientemente comenzaba a promover. Y bueno, después de maridarlos con la exquisita comida disponible, mi viaje comenzaba a prometer mucho.

Disfruté mucho los alimentos y bebidas locales que parecieran haber absorbido la belleza de donde provienen. En el caso de los vinos, resulté complacido mayormente.

Previo a mi visita, ya era de mi conocimiento que existen nueve regiones vitivinícolas con variados microclimas y suelos, muchos de los cuales semejan aquellos de las afamadas regiones vinícolas del mundo.

Es el caso de la región neozelandesa de Hawke’s Bay, que tiene un clima, una topografía y unos suelos muy similares a los de la afamada región del Médoc, en Burdeos. Como ya se sabe, la región francesa cuenta con prácticas enológicas tradicionales, mientras que la otra… Imagínense que embotellan sus mejores vinos (incluso aquellos con potencial de guarda), con tapa-rosca para evitar que el vino se encorche o se oxide prematuramente. Cabe resaltar que actualmente el tema del uso de la tapa-rosca es muy polémico, pues aunque existen estudios que comprueban que el oxígeno no es el agente que permite la maduración del vino en botella, aún tenemos la idea de que los vinos con corcho son de mejor calidad, cuando pudiera ser que precisamente la botella que escogimos para una ocasión especial pudiera resultar acorchada.

En fin, debía aprovechar mi visita para conocer las riquezas “glotónicas” a mi alcance; aunque se tratara de una simple comida de room service no podía pasar la oportunidad de acompañar ésta con un vino. Mucho he escuchado que nuestra comida favorita es el resultado de varios factores: la ocasión, es decir, los motivos, el lugar, el ambiente, la compañía, el servicio, el vino y, claro, la comida.

Bueno, pues durante mi viaje, la ocasión llegó durante una comida de negocios en una bodega de Hawke’s Bay, cuando compartía la mesa con quienes ahora mantengo una estrecha relación: los productores de aceites de oliva mono-varietales The Village Press y directivos de la bodega Sileni Estates. Mi platillo favorito fue la entrada con mejillones de concha verde, sofritos en aceite de olivo variedad barnea, servidos con tapenade de The Village Press, ralladura de limón y un poco de ajo, acompañados por un Sileni sauvignon blanc, perfectamente bien balanceado e integrada la fruta madura con la acidez típica de la varietal.

Recuerdo también otra muy grata experiencia en la ciudad de Auckland, cuando tras una visita a los viñedos de Villa María y un recorrido guiado por la bodega, tuve la suerte de platicar con un galardonado enólogo de dicha casa quien recién había obtenido un prestigiado premio por un Pinot Noir que elaboró. Cuando catamos el vino, recordé muy bien las palabras de Eugenio Morales de Vinoteca (otro querido amigo), pues este vino «me supo a caro». Y es que era un vino muy elegante y distintivo de Nueva Zelanda. Amablemente, el enólogo me dedicó una de sus botellas y yo tuve a bien compartirlo con mis queridos amigos, quienes decidieron que tales notas sutiles y elegantes, combinarían mejor con coca y hielos, así es, convertido el vino en calimocho… ¡Me salió caro, pero aprendí!

Ya en mis tiempos libres y sin tener que trabajar tanto (espero hayan notado mi sarcasmo), tuve la oportunidad de visitar varios viñedos en diferentes regiones, cuyos vinos independientemente de la bodega productora o el tipo de uva, tuvieron como común denominador, su alta calidad y vibrantes características.

Este enfoque permea a toda la industria, pues para competir en un mercado global, Nueva Zelanda debe producir vinos de calidad premium.

Estoy orgulloso de representar a Nueva Zelanda y me encantaría invitarlos a descubrir la razón de ello, ya que en México existe ya una amplia selección de alimentos, aguas y vinos de ese país.


¿Oregon a la altura de Francia?

Por Alberto Salvatori

La primera respuesta a la pregunta que titula este texto se obtiene observando un mapa mundial, trazando una línea imaginaria desde el extremo noroeste de Estados Unidos, hasta el corazón de Europa. Este simple ejercicio es lo primero que, como curioso del vino que soy, hago cuando de nuevas regiones vinícolas se trata. Es una especie de “dime en qué latitud (término correcto) estás y te diré si de vino eres”.

Buscando un poco de historia, algunas fuentes mencionan la segunda mitad del siglo XIX como marco para el nacimiento de la viticultura en la región. Sin embargo, podría considerarse que la historia del vino en Oregon comienza en los años 60. El crédito, debe otorgarse a un grupo de “renegados” de la Universidad de California, en Davis, quienes, a pesar de sus múltiples detractores, se aventuraron a experimentar con variedades de clima fresco como la riesling y la pinot noir. En el año de 1979, el esfuerzo de estos productores rindió frutos (literalmente) pues un pinot noir, originario del Valle de Willamette, desafíó y obtuvo honores ante sus parientes franceses, dentro de la Olimpiada de Vinos Gault-Millet. Este triunfo, ubicó a Oregon dentro del mapa vinícola mundial y, de paso, sugiere una segunda respuesta a nuestra pregunta inicial.

En la actualidad, la producción de Oregon es mucho menor si se le compara con California, su vecino y primer productor del país. Sin embargo, no le pide nada en cuanto a prestigio entre los conocedores, logrando colocar al Valle de Willamette como uno de sus máximos representantes y a la uva pinot noir como su principal insignia. Como en California, el turismo alrededor del vino se ha desarrollado también en Oregon donde ya existe una gran oferta de visitas a los diferentes viñedos; con oportunidad de probar, por supuesto.

En cuanto a mi experiencia personal, ésta se trata más bien de una arrepentida confesión. Hace muy poco tuve mi primer contacto con un vino oregonés. El patrocinio corrió a cargo de mi hermana, quien residió un tiempo en Portland y a quien “se le pegó” una botella de pinot noir en una de sus visitas a casa. Injustamente para el vino, coincidieron dos circunstancias: nunca habíamos probado un vino de Oregon y, peor aún, tampoco habíamos probado un pinot noir. Al momento de servirlo en la copa, ambos intercambiamos miradas de decepción, “¡qué transparente se ve!” fue la expresión casi a coro. Lo probamos. Fue una sensación muy amable, fresca, que malinterpretamos como intrascendencia. Al vino terminó yéndole mal y a quien se lo recomendó a mi hermana le fue peor (le zumbaron los oídos). Al día siguiente, volvimos a comentar sobre el infortunado. Coincidimos en que no teníamos referencia ni de la variedad ni del origen y decidimos darle una segunda oportunidad (¿o acaso el vino nos la dio a nosotros?).

La breve anécdota anterior tiene una moraleja y un final feliz. La moraleja beneficia a todos los vinos por igual: hay que probarlos con los sentidos abiertos a lo que nos quieran decir. El final feliz es menos rebuscado: ya nos espera una segunda botella de pinot noir de Oregon en casa… ¡va la buena!


El resurgimiento de Campania.

Por David Ghiraldelli, Raffaele Matrone y Alessandro Bellomo

La región de Campania, al sur de Italia, es una región donde se da el resurgimiento de un antiguo vigor vitivinícola, como en la época de los emperadores romanos, que tradicionalmente tomaban los vinos de esta tierra rica de cepas autóctonas como el falerno. El falerno era uno de los vinos más prestigiosos y antiguos de Italia. Antes, según la leyenda, se podía cambiar un esclavo por una ánfora de este vino, pero la producción desapareció con la caída del impero romano. No es sino hasta épocas recientes, en 1980, cuando se vuelven a producir vinos de muy buena calidad.

La introducción de la vitis vinífera en Campania se le atribuye a los griegos. Actualmente los vinos más interesantes de esta región están hechos con uvas autóctonas tintas y blancas, las más importantes son: aglianico, greco bianco, fiano, falangina y piedirosso.

Quisiera destacar la variedad aglianico, con la cual se produce el Taurasi, un vino tinto intenso y complejo, elegante y sorprendente que no te deja indiferente. La zona de cultivo más importante del Taurasi es Irpinia, alrededor de la ciudad de Avellino, y es el único vino DOCG (Denominación de Origen Controlada y Garantizada) desde 2003.

Los vinos blancos que más se distinguen en esta región son el Greco di Tufo y el Fiano de Avellino, DOCG desde el 2003.

El Greco di Tufo está hecho con uva greco bianco y un pequeño porcentaje de coda di volpe. Se trata de un vino blanco seco, de buen cuerpo y fresco en la boca.

Por su parte, el Fiano di Avellino destaca por sus sorprendentes notas aromáticas, dulces en nariz y en boca, de la cual son responsables las abejas que durante el apasimiento de las uvas, suelen descansar en estas zonas. Se trata de un vino elegante y complejo, de buena estructura, también gracias a la mano de algunos productores locales que lo añejan en barricas.

En la zona del Vesuvio se produce lacryma christi o del Vesuvio, un vino reconocido desde 1500, producido por algunos monjes cuyos conventos estaban situados a los pies del volcán Vesuvio, y ya después elaborado exclusivamente por los jesuitas. La fama de este lugar y de su vino han hecho florecer mitos y leyendas como en la que Dios –al reconocer en el Golfo de Nápoles un franja de cielo quitada por Lucifer, durante su caída al infierno– lloró, y en el lugar donde cayeron sus lágrimas, nacieron las vides de este vino de mucho carácter, con inconfundibles aromas y perfumes.

Hemos tenido la oportunidad de catar algunos vinos de esta región. De entre ellos destacaron en relación calidad-precio, un blanco falanghina y dos tintos, un lacryma christi y un rubrato, de la casa vinícola Feudi di San Gregorio. Estos vinos se pueden encontrar en algunos restaurantes especializados.


La región más austral.

Por Alberto Salvatori

Hace unos años se le utilizaba coloquialmente como referencia para mencionar cualquier lugar que quedara muy lejano. Después surgió como destino turístico y en la actualidad, para beneplácito de quienes buscan vinos novedosos, ya se pueden encontrar etiquetas con su nombre: Patagonia.

Ésta, la región vitivinícola argentina más austral, cuenta naturalmente con la receta perfecta para la creación de buen vino: marcada amplitud térmica (diferencia de temperatura entre el día y la noche) y escasas lluvias. Uvas como la merlot y pinot noir, en tintos, y la sauvignon blanc y chardonnay, en blancos, han hecho de este lejano paraje uno más de sus hogares.

En abril de este 2008 tuve la oportunidad de “charlar” con un sauvignon blanc nativo de la región de Neuquén, en Patagonia, cosecha 2005. A pesar de haber pasado ya prácticamente medio año desde entonces, no se me olvida su expresividad. Hablaba de frutos como la guanábana, el plátano y la guayaba. De pronto hacía breves comentarios sobre productos del mar como ostras y almejas. Recuerdo su frescura, abriendo con una agradable acidez y cerrando con tonos salados. Un tipo que a primera vista parecía un vino blanco más, me sorprendió con una permanencia tan buena en boca que aún queda en mi memoria.

Hace poco tuve la suerte de reencontrarme con esta misma etiqueta en una versión 2006. No lo pensé dos veces. Tengo ya un sauvignon blanc listo para presentarlo a los amigos en alguna ocasión que lo amerite.

Hasta ahora, no he tenido contacto con otra propuesta proveniente de La Patagonia. Sin embargo, con la tarjeta de presentación con la que llenaron mis sentidos por primera vez, tengo motivación suficiente para propiciar un segundo encuentro.


Wachau, la premier región vinícola de Austria.

Por Álvaro Gamboa

Esta región es considerada la más importante y de mayor calidad en todo el país. A pesar de ser la región vinícola más pequeña, sus vinos son todo lo contrario: presentan una sinergia entre poder y elegancia sin comparación en el resto de Europa.

Esta región es única, la mayor parte de los productores de calidad se encuentran aquí. Además se rige con estándares o denominaciones diferentes a las del resto de Austria. Es por eso que los vinos de Wachau son tan codiciados dentro del inmenso mundo de los vinos.

Para entender a Wachau es necesario primero entender a Austria, su historia, sus escándalos, su filosofía, y así podremos apreciar el resultado de esta maravillosa región.

La viticultura en Austria data desde la época de los celtas y el vasto imperio Romano. Tiempo después, durante la edad media, los viñedos de Austria así como los del resto de Europaestaban a cargo de los monasterios.

El siglo xx trajo consigo la Primera Guerra Mundial y en el año 1919 se firma el tratado de Saint Germain y se funda Austria como país independiente. Todo esto ocasionó cierta inestabilidad económica, lo cual no permitía producir vinos de gran calidad. El enfoque de producción cambió radicalmente y lo que estaba a la orden del día eran vinos simples de producción masiva.

¡Pero lo peor no terminó ahí! En el año 1985 un grupo de brokers de vinos quisieron hacer pasar sus vinos baratos y sin chiste por vinos de mejor calidad. Añadían pequeñas cantidades de diethylene glycol (un componente que se usa en los anticongelantes) para obtener un vino con mayor cuerpo y una ligera percepción de azúcar. Todo esto se descubrió a tiempo y nadie murió de envenenamiento, pero la credibilidad del vino austriaco sufrió un golpe muy fuerte.

Este escándalo fue benéfico de alguna forma, ya que toda la industria enfocada a vinos de baja calidad se colapsó, y sólo los productores que estaban comprometidos con la mayor calidad de sus productos sobrevivieron. De hecho, son los responsables del resurgimiento de la industria vinícola del país.

Austria es principalmente productor de vinos blancos. De las 33 variedades o cepas cultivadas en Austria, 22 son blancas y el resto tintas. Las principales variedades de uva son las siguientes: grüner veltliner, riesling, weissbuegunder (pinot blanc) y welschriesling, en cuanto a cepas blancas; y blaufränkisch, St. Laurent y zweigelt de cepas tintas.

La región de Wachau se encuentra en la esquina noreste del país, dentro de la región llamada Niederosterreich o Austria baja, lo cual crea un poco de confusión, pues Wachau no está en el sur: el nombre hace referencia a la parte baja del río Danubio, alma de esta región.

La gran mayoría de los viñedos se encuentran a orillas del Danubio en terrazas muy inclinadas, en ocasiones labradas por el hombre para facilitar la viticultura. Esta región cuenta con 1,400 hectáreas de viñedos, la mayoría en estas terrazas.

En Wachau la producción es exclusivamente de vinos blancos. Las dos variedades principales son grüner veltliner la cual es autóctona de Austria y representa más del 36% de la producción en el país y la otra es riesling, originaria de Alemania, que encontró una segunda casa, por así decirlo en el terroir de Wachau, lo cual le permite producir vinos totalmente diferentes a los de su país de origen.

Los vinos de Wachau en especial los “Grüner’s”, como se les conoce en la industria, son vinos excepcionales, multifacéticos, con una estructura ideal para el maridaje con comida y altamente aromáticos.

En primera instancia puede que provoque algo de confusión por el mismo nombre (“Si no lo puedo pronunciar, ¿cómo me lo voy a tomar?”), pero una vez pasada esa etapa, el vino se muestra elegante, con una tonalidad pálida con indicios de platino. En nariz presenta notas herbales de pasto y estragón, así como frutas cítricas como limón meyer y, al fondo, dos componentes clásicos: la mineralidad (proveniente de las terrazas donde creció) y la pimienta blanca recién molida. En boca presenta un cuerpo y alcohol medio, con una acidez alta y refrescante y una persistencia en boca que los austriacos llaman unendlich, es decir, interminable. Todo esto crea la estructura ideal para que un vino sea muy versátil al momento de maridarlo.

En esta misma región existen denominaciones de calidad que no se utilizan en ninguna otra parte del mundo. Son denominaciones que denotan madurez de la fruta en el momento de la cosecha y por lo tanto mayor porcentaje de alcohol. Las denominaciones en orden ascendente son: steinfeder, federspiel y smaragd. Ninguna de estas clasificaciones permite la chaptalizacion (es decir, el proceso que consiste en añadir azúcar al mosto de un vino para aumentar su nivel de alcohol potencial después de la fermentación), por tanto el porcentaje de alcohol debe ser obtenido de forma natural. La denominación smaragd es por tanto la mejor, dado que sus uvas son las más maduras al momento de la cosecha.

Al igual que en todo Europa, la cultura del vino va totalmente de la mano con la comida. En Austria la comida es tan variada que se necesitan vinos versátiles para acompañar los platillos. Por su posición geográfica y su historia, la gastronomía austriaca es muy completa, por contar con raíces tanto europeas como asiáticas. Es por eso que vinos como el grüner veltliner y riesling son de los vinos más producidos y consumidos en este país.

En ocasiones el ser humano piensa que después de una tragedia o un gran escándalo no hay forma de resurgir, de levantarse y seguir adelante y alcanzar la grandeza de la que se gozaba antes. Pero países como Austria demuestran lo contrario: a pesar de guerras, de plagas como la filoxera, del escándalo del glycol, y de muchas otra cosas, resurgió y se ha afianzado en el mapa del vino mundial, como uno de los productores de vinos de la más alta calidad. Así que si tienes la fortuna de encontrarte con una botella de Austria, te sugiero que no desaproveches la oportunidad.