Hace poco tiempo estábamos algunos amigos y yo en un restaurante de Guadalajara y de una mesa vecina escuche a una señorita de muy buen ver, que le decía al camarero:
Por Ángel Cervantes
—A mí me trae unos escargots y de plato fuerte un entrecote con salsa de tuétanos al tinto. Bien cocido, por favor, ¿y tú, Lupita, qué vas a pedir?
—¡Ay, no sé! No tengo la menor idea, ¿qué me recomiendas?
—Pues mira, ¡creo que te va a gustar un carpaccio de res con pimienta y lenguado en salsa de trufas al vino blanco!
—¡Eso que dijo mi amiga es lo que quiero!
Cuando se marchó el camarero, o mesero, le dice Lupita a su compañera:
—¿Qué es todo eso que pediste? A lo mejor no me gusta nada y los precios se veían algo caros. No es que me duela el codo, pero te juro que esta fuera de un presupuesto como el mío.
—Mira, no te apures por el precio. Es lo de menos: tarjetazo y después veremos. Y de lo que pedí, es muy fácil. Te lo traduzco: los escargots son caracoles. El entrecote es un bistec común y corriente, sólo que muy grueso. Los tuétanos ya los conoces y el vino tinto también, así que en eso ya la libraste. Lo otro que te pedí, el carpaccio, es un bistec crudo de res nomás que bien delgadito con pimienta y aceite de oliva. Y el lenguado es un pescado así como aplanado y lo bañan con una salsa de unos hongos medios raros y vino blanco. Son buenisísimos, ya verás y ni digas que no te van a gustar, ¡todo va a estar buenísimo!
Mis amigos habían seguido la conversación con cautela para no parecer chismosos.
El caso es que a estas mujeres les llevaron todo lo que habían ordenado. Nosotros, como somos algo entretenidos a la hora de comer, sin querer y también queriendo, vimos como terminaron con las viandas, y a la hora de la cuenta, Lupita comentó:
—¡Ay! Esto salió carísimo y la verdad no me gustó tanto. Hubiéramos ido a otro restaurante. La verdad prefiero el peinecillo con frijoles y nopales, y tortillas recién hechas en el mercado de abastos. No estoy nada contenta.
—¡Lupita, no te fijes! ¿no ves que estar aquí y pedir estas cosas nos da caché?
En fin, que después de este suceso y de comentar con mis compañeros de correrías lo de Lupita y su amiga, yo recomiendo buscar lugares que más que caché, te den satisfacción al comer y beber. Claro que nunca este por demás hacerlo en un lugar donde te vean y veas a todo la socialité tapatía.
Recomiendo que no se queden con las ganas de preguntar cuando no conozcan algún platillo que les llame la atención de la carta, por más sencillo que parezca. Lo mismo en cuanto a los vinos. Así lograremos crecer tanto en cultura gastronómica, como en enológica.
Y ya que estamos entrados en gastos, les daré una receta que tal vez les dé algo de caché con sus invitados, para cuando no tengan ganas de salir. Es sencilla y sólo les tomará unos cuantos minutos.
Mejillones en salsa de vino blanco y crema
Doce mejillones limpios y lavados,
Crema de buena calidad (entera),
Aceite de oliva
Ajo fresco picado
Perejil
Vino blanco (seco y económico)
Jugo de limón
Salsa Maggi
Sal al gusto
Modo de preparación:
En una sartén al fuego se pone aceite de oliva y el ajo picado. Cuando los ajos estén transparentes se agrega la crema, el vino blanco, el perejil, el jugo de limón y unas gotas de salsa Maggi, hasta que se incorpore todo. Deberá quedar una salsa cremosa y de un gusto muy especial. Si es necesario agregar sal. Aparte, en una vaporera pequeña, cocinar los mejillones, hasta que queden suavecitos. Disponer de ellos en un plato base con fondo, acomodarlos y bañarlos con la salsa. Con un poco de perejil picado decorar el plato.
Para acompañar este platillo es recomendable un vino albariño joven muy frio, 8º es ideal. Un poco de pan bagguette doradito o en su defecto y sacando lo tapatío, pues un birotito salado calentado en el horno eléctrico, pues es menester sopear la salsa.
Ojalá y no se les dificulte, y nos vemos en cualquier parte y en cualquier momento que el destino nos indique.
Ángel Cervantes, comunicólogo del ITESO, es un impulsor de la gastronomía y la cultura del vino en Guadalajara.