Uno de los acontecimientos centrales de la Fiesta de la Vendimia, en Baja California, es sin lugar a dudas el concurso “Ensenada, Tierra del Vino”. Se trata de una cata a ciegas en la que participan caldos nacionales e internacionales. El tapatío Antonio Laveaga, quien desde hace algunos años es juez de dicho certamen, relata cómo llegó hasta ahí y explica algunos pormenores que ayudan a entender mejor la mecánica y el valor de este certamen, promotor del vino mexicano.
Por Antonio Laveaga
Mi pasión por el vino empezó hace más de 20 años, cuando en una fastuosa cena de negocios, en un fino restaurante de Chicago donde yo era el único extranjero en la mesa, me dan el honor de escoger el agua de vides. Contesté con un humilde: “Yo quiero un rum and coke”. Los comensales me voltearon a ver impávidos. Entré enseguida en un estado de confusión y, ante mi ineptitud en la materia, mis superiores pidieron un Burdeos de la extensa carta de vinos, ya no recuerdo cuál.
Al día siguiente me fui a la primera librería que encontré y me hice de todos los libros sobre vinos que pude. Empecé a estudiar pero no fue suficiente ya que, como se dice en el beisbol: “para subir tu porcentaje de bateo debes de ir a batear”. En otras palabras, para conocer de vinos no hay como probarlos, así que, pues ni modo, también me inicié placenteramente en esta tarea.
Y lo que empezó como aprendizaje se convirtió en pasión.
En 1998, teniendo en mis manos un proyecto de comercialización de vinos, asistí por primera vez a la Fiesta de la Vendimia. Ya para este momento había tomado varios cursos, tanto en México como en el extranjero (recuerdo en especial uno de ellos, de apreciación sensorial, en la región española de La Rioja, por ejemplo). Como pueden imaginarse, me sorprendió gratamente conocer a la gente del vino y seguir descubriendo junto con ellos, la esencia de este elíxir que nos mantiene en contacto con la tierra y nuestras raíces.
Una de las actividades más importantes de la Fiesta de la Vendimia es el concurso de vinos, llamado “Ensenada, Tierra del Vino”, en el que desde 1999 los organizadores han tenido la gentileza de invitarme como juez. El primer concurso al que asistí fue en la recién inaugurada vinícola Adobe Guadalupe, allá mismo en la Baja California. Luego de que el estadounidense Don Miller, propietario de esta bodega, nos platicó la historia de su bodega y de las inquietudes personales que lo llevaron a hacer vino en México, iniciamos con la cata de los caldos.
Para que se den una idea de la disciplina con la que se hacen estos certámenes, iniciamos a las 9 de la mañana, horario ideal para tener los sentidos limpios, ajenos a cualquier agente que influya en nuestras percepciones. Recuerdo entre los jueces a don Pedro Poncelis –a mi juicio, uno de los mejores sommeliers de nuestro país– y a su hijo, Pedro Poncelis Jr.; a Rene Chazzote, juez francés afincado en San Diego, California, que ha sido muy constante en la mayoría de los concursos y a quien le hemos aprendido muchísimo; y entre los organizadores, a Hugo D’Acosta, quien en ese entonces trabajaba para Bodegas Santo Tomás y estaba concibiendo sus primeros Vinos de Piedra. En este concurso, quizá el más difícil de los que he asistido, catamos alrededor de 65 vinos. Digo que fue difícil porque había dos rondas de cata, en un afán por que cada uno de los jueces tuviéramos una mejor consistencia en nuestros fallos.
Desde entonces he visto cómo el concurso se ha ido depurando en sus posteriores ediciones. Eso se debe en gran medida a que ha contado con la presencia de reconocidas autoridades en la materia. Tal es el caso de la enóloga española María Isabel Mijares, representante de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), institución encargada de darle validez al concurso. María Isabel es miembro de la Academia Española de Gastronomía y entre sus condecoraciones ha recibido la Orden al Mérito Agrícola por el Gobierno de Francia.)
Déjenme contarles que por lo general, antes de cada concurso, María Isabel reúne a todos los jueces y hace una cata de reconocimiento donde comenta lo que se debe de evaluar en los vinos, con el fin de uniformar criterios y guiar a los jueces no tan experimentados.
Recuerdo que en una primera ocasión que ella nos preparaba para evaluar, nos puso a prueba preguntándonos sobre el color de un vino blanco, qué era lo que veíamos. Enseguida un compañero respondió que el vino estaba turbio y que eso le restaba puntos. Sin embargo, María Isabel apuntó que el color no es un factor fundamental en la calificación de un vino, pues existen vinos no filtrados que no tienen brillantez ni limpidez, pero que en nariz y boca son realmente muy expresivo y, a final de cuentas, redondos y equilibrados.
En el concurso del año pasado, los parámetros para calificar los caldos fueron los siguientes:
—Vista, con un total máximo de 15 puntos.
—Aroma, con un total máximo de 30 puntos.
—Gusto, con un total máximo de 44 puntos.
—Más una calificacion global de 11 puntos, lo que da un gran total de 100 puntos.
Esta tabla de puntuaciones puede cambiar ligeramente para este año, aunque en esencia es prácticamente la misma.
Las medallas se dan a los vinos que alcancen las siguientes puntuaciones:
—De 85 a 90 puntos, Medalla Plata.
—De 91 a 95, Medalla de Oro.
—De 96 a 100, Gran Medalla de Oro.
Desde el año pasado, la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) se incorporó a la organización del concurso. Esta institución ha hecho posible la computarización del concurso, obteniéndose así resultados al instante, y de cierta manera, más confiables e inviolables. También se han constituido tres paneles de evaluación, teniendo un juez de honor en la cabecera de cada panel, y aparte a María Isabel Mijares como juez de honor global.
Volviendo al concurso del año pasado, se cataron alrededor de 40 caldos por panel, ya que la OIV admite el catado diario hasta de esa cantidad. A manera de anécdota, recuerdo que en este concurso del que les hablo, empezamos muy estrictos con los vinos y a mitad del concurso caímos en cuenta de que no hay vino malo; que el enólogo, el clima, la tierra y la vid se esforzaron en hacer un buen “representante” y así lo plasmamos en las calificaciones, siendo un poco más comprensivos.
Para esta próxima edición, el concurso será el día 2 de agosto en el Hotel Villa Coral, y también estará coordinado por la Asociación de Vitivinicultores de Ensenada y la UABC. Ahí estaré.
No me resta más que decirles que desde ahora ya estoy limpiando el paladar y entrenando para degustar lo mejor de la región.