Seguro ya lo sabes: la experiencia del vino es completamente personal. Como no venimos al mundo dotados de una memoria de elefante, a todo enófilo que se respete le llega el momento de dejar la copa y tomar la pluma, y viceversa. Pero, ¿cuáles son los principios básicos para comenzar a escribir una nota de cata?
Por Rafa Ibarra
Se dice que el vino es un placer que se acentúa al compartirlo. No podría estar más de acuerdo. ¿Quién no disfruta al brindar a sus amigos un vino que lo ha maravillado, esperando que ellos también experimenten esa misma sensación de gusto y asombro? Sin embargo, hay otras maneras de compartir nuestra experiencia cuando no es posible hacerlo sirviendo una copa a nuestros amigos. La más recurrida de ellas es mediante la redacción de las famosísimas notas de cata -yo prefiero que me sirvan la copa de vino cuando sea posible-.
Las notas de cata son una serie de enunciados que describen un vino específico tras haberle realizado el examen organoléptico correspondiente, mejor conocido como cata del vino*. O al menos es lo que los autores de dichas notas creen que están haciendo, pues debemos tener en cuenta una verdad absoluta: la experiencia de un vino es completamente personal. Tú y yo podemos estar bebiendo el mismo vino, y aunque encontremos similitudes en nuestra apreciación, seguramente también cada quien identificará características diferentes.
Podemos encontrar notas de cata tanto en las etiquetas de las botellas como en las publicaciones especializadas en vino. En ocasiones la manera en que se determina la nota de cata que se imprimirá en la etiqueta de un vino es la siguiente: el productor reúne a varios expertos catadores, les da a probar el vino y ellos hacen sus anotaciones, las cuales al final se concentran para identificar aquellas características en que la mayoría de los catadores coincidieron. ¡Y listo! Ya tienen la nota de cata para la etiqueta del vino. Siguiendo este método seguramente habrá aromas y sabores que quedarán fuera de la etiqueta por haber sido percibidos sólo por uno o dos catadores. En consecuencia, tú al probar ese vino podrías detectar alguno de esos aromas o sabores y equívocamente pensar que, al no estar en la nota de cata de la botella, estás juzgando mal tus percepciones.
Esto último nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿realmente sirven de algo las notas de cata? La respuesta es sencilla: sí son de utilidad, porque al leerlas podemos imaginarnos o al menos formarnos una idea del sabor del vino, y con esta información podemos decidir si lo compramos o no. Además, si tenemos la experiencia suficiente, incluso es posible imaginar cuál comida le podría quedar al vino sólo leyendo su nota de cata.
Creo que las notas de cata son más útiles cuando es uno mismo quien las escribe. Llevar tu propio registro de notas de cata te permite comenzar a desarrollar un vocabulario más amplio sobre el vino, además de contar con la documentación para recordar tus impresiones sobre un vino, en caso de que lo quieras volver a comprar. No es conveniente dejar esta importante responsabilidad sólo a nuestra memoria. Recuerda: la tinta indeleble es más confiable que la mente más brillante.
Pero, ¿cómo comenzar a escribir una nota de cata? Lo primero es no sentirse obligado a escribir cosas sofisticadas. Más adelante, con la práctica, podrás ir puliendo tu estilo al redactar tus notas. Y precisamente hablando de estilos hay dos principales: el estilo científico y el estilo tradicional.
Se le llama estilo científico porque se escribe información precisa y objetiva, obtenida al aplicar una metodología propia de las ciencias. Este estilo, tan utilizado actualmente en todo el mundo, tiene sus orígenes en Estados Unidos, específicamente en California, donde está ubicada la Universidad de California en Davis (UC Davis), que cuenta desde 1880 con un Departamento de Viticultura y Enología, institución líder en el estudio científico del vino a nivel mundial.
En resumen, podemos definir como estilo científico a aquel que da mayor atención a la descripción de los colores, aromas y sabores del vino. Por ejemplo, al describir un vino blanco elaborado con chenin blanc y sauvignon blanc se podría mencionar: Hermoso color amarillo pálido y acuoso, con aromas florales y frutales, como la manzana, guayaba y cítricos. Este método es muy socorrido para describir los vinos del Nuevo Mundo, por ser más expresivos en estos aspectos. Nótese, sin embargo, que con este método describimos a qué sabe el vino, pero no cómo sabe el vino.
También tenemos el estilo tradicional, llamado así por ser más apegado a las antiguas costumbres de los vinos en el Viejo Mundo, es decir, Europa. Como la expresión de los vinos tradicionales europeos está más cargada hacia el lado de las sensaciones táctiles (cómo sabe el vino) que al de los aromas y sabores (a qué sabe el vino), es más común encontrar notas de cata europeas escritas con este estilo. Términos como armonía, equilibrio, madurez, vigor, estructura, potencia, vitalidad, etcétera, son más frecuentes en notas de este estilo. A diferencia del estilo científico, el tradicional aplica juicios de valor: que sea potente es bueno, que sea débil es malo, que sea generoso es bueno, que sea tacaño es malo.
Cabe mencionar que hoy en día es muy frecuente encontrar etiquetas de vinos del Viejo Mundo, cuyas notas de cata fueron redactadas usando parte del estilo científico.
Lo mejor es utilizar una mezcla de ambos estilos para hacer una descripción más completa. Algo así como: Los sabores suaves y redondos, y la fina textura típica del merlot están presentes en abundancia. Las características distintivas de ciruela, cereza y especias armonizan con el sutil tostado del roble y persisten así en un largo final.
Ahora que conocemos los estilos, necesitamos establecer un orden para percibir del vino aquello que posteriormente describiremos. Esto es muy útil, ya que cuando tenemos el vino en la boca percibimos todas las sensaciones prácticamente al mismo tiempo (sabores, textura, taninos, dulzura, acidez, cuerpo, equilibrio, etcétera). Una recomendación para organizar tus impresiones del vino es la siguiente:
a) Identifica primero los factores aromáticos del vino
Es decir, los aromas que se perciben en la boca, a través del conducto retronasal. Cabe mencionar que existe una serie de aromas y sabores aceptada ampliamente para describir:
Los vinos tintos: frambuesa, fresa, pimiento verde, regaliz, anís, cuero, trufa, tabaco, grosella, cacao, vainilla, ciruela pasa, cereza deshidratada, violeta, pimienta, canela, cereza, ciruela, plátano, lavanda, granada, hierbas, minerales, zarzamora, clavo, entre otros.
Los vinos blancos: frutos tropicales, guayaba, durazno, manzana verde, avellana, mantequilla, vainilla, regaliz, heno, pino, grosella, miel, limón, albaricoque, higo, litchi, naranja, pera, madreselva, menta, espárragos, hierbas, toronja, lima, pepino, pasto, minerales, melón, kiwi, membrillo, chabacano, hinojo, avellana, mango, crema, etcétera.
Los vinos espumosos: flores, cereza deshidratada, manzana verde, limón, pan tostado, minerales, pera, crema, avellana, levadura…
Los vinos rosados: cereza, frambuesa, floral, cereza deshidratada, toronja, granada, fresa, mineral, arándano, membrillo, mandarina, etcétera.
Los vinos dulces: floral, caramelo, chabacano deshidratado, ciruela pasa, piña, higo, pera, chocolate, miel, avellana, etcétera.
Sin embargo, recordemos que la experiencia con el vino es personal, así que si detectas un aroma o sabor sumamente familiar para ti y que no se encuentra en la lista mencionada anteriormente, regístrala de todas maneras. Si, por ejemplo, percibes en el vino un aroma de chile chipotle, apúntalo en tu nota de cata.
b) Después enfócate en la estructura del vino
La sensación de alcohol (débil, mediana, quemante), el nivel de acidez (excesivo, vivaz, fresco, suave, flojo), el nivel de taninos (débil, mediano, alto) y su tipo (suave, astringente, áspero).
Aprovecho para darte un consejo con el cual distinguir la acidez de la tanicidad en un vino tinto: cuando no estés seguro de si lo que percibes es acidez o tanicidad, pon atención a cómo sientes la boca después de haber tragado (o escupido) el vino. Tanto el tanino como el ácido te darán la sensación de sequedad en la boca, pero el ácido te hará salivar en respuesta a dicha sensación, ya que la saliva es una base que neutraliza el ácido. El tanino únicamente te deja la boca seca. Mientras más saliva produzcas, más ácido es el vino.
Procura también percibir los sabores básicos: dulce (dulce, semiseco, seco, muy seco), salado, amargo, agrio.
c) Ahora centra tu atención en la textura del vino, o lo que es lo mismo, cómo se siente en la boca
En esta etapa de la evaluación surgen las sensaciones que nos hacen describir a un vino como suave, sedoso, pesado, pleno, ligero, picudo, duro, oleoso, etcétera.
Un término muy utilizado es el cuerpo del vino, que no es más que la sensación del peso del vino sobre nuestra lengua. Para darte una idea, un vino de cuerpo ligero (o muy ligero) sería un sauvignon blanc chileno de cosecha muy reciente o un beaujolais, un vino de cuerpo medio sería algo como un Rioja Crianza, mientras que un vino de cuerpo pleno podría ser un ensamble de cabernet sauvignon, merlot y cabernet franc.
d) Una vez identificados los factores olfato y gusto, haz tus anotaciones respecto a la apariencia del vino
Si es un vino tinto, los colores habitualmente pueden oscilar entre el púrpura, pasando por el rubí, el ladrillo, el granate y el marrón (sobre todo los vinos añejados con bastante edad). Con el vino blanco ubica la tonalidad desde el amarillo-verdoso, el amarillo, el amarillo paja, el dorado y el ámbar (este último se aprecia en vinos de mayor edad). Finalmente, los vinos rosados por lo general se localizan entre los tonos rosa, rosa-anaranjado y salmón. Menciona también cómo se ve el color (oscuro, profundo, medianamente profundo, pálido o acuoso), y la limpidez del vino (brillante, cristalino, apagado, turbio).
Notas extras sobre la apariencia serían las «lágrimas» que el vino forma en la copa cuando se deslizan hacia abajo tras haberla agitado. ¿Son gruesas o delgadas? ¿Se desplazan lentamente, dando la apariencia de glicerina?
e) Finalmente agrega tu percepción global sobre el vino en cuestión, a manera de síntesis de lo que acabas de describir
Por ejemplo, puedes anotar comentarios como que es un vino delicioso por sí sólo, o que sabría mejor con comida; que recomiendas oxigenarlo cierto tiempo; que tiene mucha personalidad, o que carece completamente de ella, etcétera.
No olvides determinar si consideras el vino como balanceado o redondo. Esto significa que es un vino cuya estructura está bien integrada, por lo que ninguno de sus componentes sobresale de los demás. También podrías decir que el vino está desbalanceado si, por ejemplo, el alcohol, la acidez o la tanicidad fuera demasiada y no armonizara con el resto del vino.
Antes de que cierres la revista y comiences tu prolífica carrera de escritor de notas de cata, quiero mencionarte otro estilo de redacción que te recomiendo trates de evitar: la poesía. De seguro tendrás la oportunidad de probar grandes vinos que serán una maravilla, y que automáticamente te pondrá bellas palabras en la boca para describirlo. Está bien, es aceptable hacerlo, no te resistas al impulso. Pero no quieras hacerlo con todos los vinos que pruebes, porque a menos que sólo bebas grandes vinos por el resto de tu vida, parecerás exagerado queriendo colocar poesía donde simplemente no la hay. Además, no todos entenderían lo que quisiste decir con que un vino «sabe a una sonrisa, a un paisaje, a un cielo estrellado o al sol del atardecer en una playa».
Ahora sí, adelante con tu labor de compartirle al mundo tu experiencia. Y lo mejor de todo es que para hacerlo debes -irremediablemente- beber muchos vinos diferentes. ¿Acaso no es maravilloso?
* Si no estás familiarizado con la cata del vino, te recomiendo leer el artículo escrito por Olivert Maldonado, llamado «La cata de los vinos», publicado en el primer número de Vinísfera.