Hungría lanza vinos para conmemorar el bicentenario de su gran compositor.

El autor nos presenta una semblanza del vino húngaro de la mano con un poco de historia de Liszt, así como los detalles de los vinos que le rinden homenaje a propósito del bicentenario de su nacimiento.

Por Dr. József Kosárka

En este país que se enorgullece no solo de sus de grandes tradiciones vitivinícolas sino de similares musicales, en este pasado mes de octubre culminan los eventos de conmemoración  del bicentenario de Ferenc (Franz) Liszt, una de las más grandes personalidades de la historia universal de la música clásica. (Nació el 22 de octubre de 1811 en Doborján/Raiding y murió el 31 de julio de 1886 en Bayreuth.) Entre sus más famosas composiciones se destaca  la serie de Rapsodías Húngaras a la que se dedica un jardin y una escultura en Guadalajara, Jalisco también (Justo Sierra, entre Nelson y Lincoln).

Durante el transcurso del presente año se han llevado a cabo – tanto dentro como fuera de sus fronteras nacionales – una serie de actividades culturales que principalmente han dado a conocer mejor sus obras clásicas, a través de conciertos con actuación de grandes interpretes, pero por medio de otros actos (exposiciones, talleres, conferencias) donde se ha podido familiarizar con una aproximación más amplia de los motivos del actuar humano de este célebre artista musical. Entre las diversas facetas que le caracterizaron tal vez sea interesante resaltar el papel del vino en sus lazos de amistad húngaros  y como  fuente  de inspiración para él también en su creatividad artística.

Liszt está considerado como uno de los representantes de la “música programática o música descriptiva” que tiene por objetivo representar en las obras musicales una imagen o un estado de ánimo. El aplicó por primera vez el término del “poema sinfónico” que busca la asociación entre distintas artes con la finalidad de mover más sentimientos o describir una escena mediante la música. Teniendo gran habilidad como intérprete, se hizo famoso como niño prodigio y posteriormente como virtuoso de recital de piano. En su época Liszt fue uno de los más aclamados pianistas del viejo continente. Sus actuaciones causaron gran sensación entre el público que solía acogerlas con entusiasmo ferviente. Según los recuerdos de testigos, fue tanto su personalidad como la forma de interpretar que elevaban el estado de ánimo de  los asistentes hasta un nivel de éxtasis completo. En varios casos, las mujeres de clase alta se peleaban por sus pañuelos de seda y guantes de terciopelo para guardarlas de reliquia.

Este multifacético músico húngaro pasó varios años en el extranjero (Viena, Paris, Roma, Weimar) pero hacía viajes con frecuencia a Budapest (donde en 1875  fundó la Academia Real Nacional Húngara de Música) y a localidades importantes de la provincia. Durante sus estancias en su país natal, cultivaba amistades con ilustres representantes de la clase alta, entre ellos con el barón Antal Augusz (1807-1878) quien residía en Szekszárd y tenía sus viñedos en los alrededores de esta ciudad. Al visitar a su buen amigo, por primera vez en 1846, le tocó degustar el vino de la casa que le impresionó de sobremanera y se hizo gran admirador de este tinto que posteriormente llegó a ser conocido como Bikavér (Sangre de Toro, pero no el que todos conocemos). Según la leyenda, esta fue la principal fuente de inspiración que le permitió la creación de las melodías de la Rapsodia Húngara No.8, dedicada a su anfitrión. En uno de sus viajes a Roma el compositor y pianista hizo llegar unas botellas de este “néctar sexardique” al Papa Pío IX quien acusó recibo de ellas con el siguiente comentario: “Mi ánimo integro y mi salud los mantienen únicamente éstas”. En otra ocasión él dijo públicamente: “Aprovecho cada oportunidad para elogiar la calidad insuperable de los vinos de Szekszárd”.

Actualmente la ciudad de Szekszárd es la capital de la provincia de Tolna, que se extiende a lo largo de las orillas del río Danubio en la parte sur-occidental del país. En los alrededores inmediatos e incluso dentro de la misma localidad de ricas tradiciones se encuentran los viñedos que vienen siendo cultivados durante siglos y actualmente cuentan una superficie de alrededor de dos mil cuatrocientas hectáreas en las que se producen unas 15 mil toneladas de uva por año. Este lugar fue habitado ya en la época romana bajo el nombre de Alisca y la vid fue introducida en aquel entonces pero posteriormente su cultivo se interrumpió por varios siglos. En un documento real húngaro de 1267 se hace mención de plantaciones de uva en esta zona y el origen del nombre de uno de sus mejores fundos también se remonta a aquellos tiempos. La historia moderna de sus vinos ha iniciado después de la ocupación otomana del país a los finales del siglo XVI cuando se inició el cultivo de la variedad Kadarka que posteriormente ha venido dominando en la región. El Bikavér sigue siendo el vino emblemático de la región vinícola de Szekszárd. Esto es un determinado tipo de tinto para cuya elaboración se permite  utilizar exclusivamente las uvas cultivadas dentro de ella. Se trata de uno de corte de tres cepas como mínimo, entre las cuales casi siempre están las Kadarka y Kékfrankos.

El vino “oficial” del bicentenario es un Kadarka de Szekszárd de 2008 de la bodega familiar Heimann que rinde homenaje al Maestro con la variedad emblemática de la región. –El exitoso bodeguero tiene sólo una hectárea de plantaciones de ella pero tiene el banco de genes de esta vid más grande del país.

La llegada de esta variedad a tierras húngaras se remonta al siglo XVI cuando los pueblos balcánicos –obligados a huir frente a la invasión otomana– la trajeron consigo y pronto los húngaros también la empezaron a cultivar. En los siglos posteriores se plantó en varias regiones, pero después de la epidemia filoxérica su cultivo se ha concentrado  ante todo en la Gran Llanura. Durante la época comunista, la prefirieron por su rendimiento alto y fue plantada en superficies extensas. En los años posteriores su cultivo decrecía paulatinamente y hoy en día se la cultiva sólo en unos centenares de hectáreas. La mayoría de los vinos comercializados en el mercado nacional son ligeros y presentan aromas y sabores especiados con notas de frutas rojas (cereza, frambuesa, frutilla, grosella).  Éstos acompañan bien los platos típicos húngaros como las sopas “gulyás” y de pescado (halászlé), el guiso (pörkölt) de cordero y los medallones de ternera con “lecsó” (ragú de pimentón, cebolla y tomate en salsa de paprika).  Algunas bodegas han lanzado también vinos más poderosos y complejos criados en barricas de roble nuevas que les aportan carga tánica bien refinada.

Con respecto al bicentenario, en la línea de productos de la bodega Baron Von Twickel de Szekszárd  la serie de  los vinos con la marca Liszt tiene una importancia aún más particular. Su Bikavér se elabora a base de cuatro variedades (Kadarka, Kékfrankos, Merlot y Cabernet Sauvignon) y es un acompañante ideal de la sopa de pescado a la paprika que es el plato típico de la zona.

La bodega Merfelsz de Szekszárd también rescata el recuerdo de la relación de Liszt con esta ciudad. Su línea de alta gama se llama Néctar Sexardique y tiene el tinto Musica Nobile en el cual se usan tres variedades (Merlot, Cabernet Franc, Zweigelt). Este vino va muy bien con un guiso picante de jabalí que se ofrece en varios de los restaurantes locales.  (La zona es rodeada de siembras y montes bajos que ofrecen el marco perfecto para la caza de este cerdo salvaje de carne muy magra de alto valor nutritivo y bajo valor energético.)

Al tomar tranquilamente cualquier de estos vinos uno puede ser más feliz mientras suena la magnífica obra del homenajeado “La Campanella” que llena el alma y espíritu como una vista al mar con un horizonte infinito.