Aguascalientes quiere surgir, Zacatecas se duerme

Ambos estados poseen regiones propicias para el cultivo de la uva. Diversos factores hicieron que esta actividad decayera hace ya más de 25 años. Un nuevo impulso comienza a llegar. A diferencia de aquella época, hay quienes piensan que ahora la prioridad es el vino, más que los destilados, y ya pusieron manos a la obra. Para otros, sin embargo, competir está en chino.

Por Gerardo Lammers / Fotografías de Rodrigo Vázquez

Aún no son ni las once de la mañana y un viento helado circula por las calles de Aguascalientes. En la plaza principal ondea una flamante bandera mexicana, recortándose contra el cielo azul, radiante, en este día que, por su carácter marcadamente invernal, presagia buenas cosas para el campo. Aunque sea sólo desde el punto de vista climatológico. Nosotros vamos a refugiarnos en un castillo. En realidad es la tienda Vinoteca, localizada al norte de la ciudad.

En la oficina de la tienda están Humberto Blancarte y Ricardo Álvarez, frente a dos copas y algunas botellas. Ambos están catando algunas novedades, y nos esperan para que probemos una de ellas: Tabla Uno, un malbec que recién se ha empezado a producir y que promete marcar un antes y un después en los vinos que se producen en la zona.

Nativo de Chihuahua, Humberto es un hombre cordial y ya se sabe que la cordialidad es una de las virtudes del vino. Reside desde hace siete años en Aguascalientes, los mismos que tiene su tienda. Brinda atención personalizada a los clientes, hoteles y restaurantes en su mayoría. A varios de estos negocios les ha renovado por completo su carta de vinos y hasta las copas: “Encontramos hoteles que tenían la carta de vinos de una fonda”, comenta. Reconoce que la cultura del vino apenas comienza entre los hidrocálidos.

A su lado está Ricardo, con una gorra y una camisa a cuadros que lo delatan como el  agricultor que es. “Aquí”, dice, “hay una explosión en el vino más frutal, a diferencia de Baja California, donde los vinos son más robustos, más potentes. Aquí encuentras un mejor balance de acidez en los vinos. Allá, la sal del mar”.

El acento de este hombre con barba de candado es difícil de adivinar. Y con razón: hijo de jaliscienses alteños, nació en el Distrito Federal, creció en Tijuana y desde que terminó la preparatoria vive en Aguascalientes. Se encarga de un rancho ganadero y de un par de ranchos agrícolas. Hace poco que se interesó por entrar al mundo del vino. Su amistad con el viticultor Trini Jiménez fue determinante. Fue él quien le presentó al bajacaliforniano Hugo D’Acosta, su compadre, a quien conoció en Montpellier, Francia, y uno de los enólogos más prestigiados de México.

¿Por qué un malbec en Aguascalientes y no, digamos, un cabernet sauvignon, que es la variedad de uva más adaptable a los diferentes alturas y climas?, le preguntamos a Ricardo, mientras Humberto sirve las copas.

“Creemos que malbec”, dice Ricardo, uno de los socios productores de Tabla Uno, “es una uva que puede desarrollarse bien en este altiplano. Tan bien como en Argentina, pero con una personalidad propia. De hecho aquí tenemos una altura mayor que en Mendoza. Estamos a casi dos mil metros”. Y, como lo explica Humberto, para aquellas micro-regiones que aparecen fuera de las franjas vinícolas mundiales, como es el caso de la zona de Aguascalientes, la altura compensa la falta de latitud. De esta forma, la uva que aquí crece tiene un color más intenso, resultado de una mayor exposición a la radiación solar.

—¿Existe un momento glorioso del vino en Aguascalientes?

—¿Cuál?— contesta Ricardo.

No se puede hablar de decadencia en donde no ha habido auge y, hablando de vinos, es el caso del corredor vitícola que va de Aguascalientes a Zacatecas: con sus contadísimas excepciones, todo está por hacerse. Si bien es cierto que varias regiones de este altiplano son propicias para el cultivo de la uva, y así se les recuerda hasta principios de la década de 1980, ésta se usaba para la elaboración de brandy. Como se sabe, en el caso de los destilados se presta atención sobre todo a la cantidad, más que a la calidad de la uva. Ocurrió entonces la crisis de finales del sexenio de López Portillo. Los cultivos disminuyeron de manera sensible. De las más de 13 mil hectáreas de viñedos que existían en la década de 1970, en la actualidad sólo se registran unas 1200 hectáreas, enfocadas sobre todo a la uva de mesa y a la producción de jugos y concentrados.

En La Escondida

Ricardo Álvarez, decidido a todo

A sólo unos cuantos kilómetros de Aguascalientes, por la carretera que va a Zacatecas, una desviación conduce por un camino de terracería hasta el rancho La Escondida, dedicado, casi en su totalidad al ganado lechero. Frente al edificio principal está un alfalfar que da de comer a las cientos de vacas que, del otro lado, reciben la brisa de los ventiladores eléctricos.

—Estas vacas tienen hasta SPA—, dice Ricardo, indicándonos un rodillo automático que se activa cuando una vaca lo toca y comienza a darle un sabroso masaje en el lomo.

En el edificio principal, una cuadrilla de trabajadores, uniformados y calzados con botas de hule, laboran en una sala de ordeña semi-automatizada que no le pide nada a las más modernas del mundo. Un letrero de tipografía gótica, alusivo a la marca del equipo tecnológico, retrata muy bien el orden que ahí se respira: “Germania”.

Pero, ¿y el vino?

Ricardo nos lleva entonces a dar un paseo por el rancho. Durante el trayecto somos escoltados por dos perros: un pastor alemán y un australiano que imponen respeto.

La Escondida incluye un casco de hacienda de fines del siglo XIX, que ha sido restaurado, respetando la austeridad en fachadas y exteriores.

Junto al casco, en lo que alguna vez fue la capilla y el granero de la vieja hacienda, está la bodega. Aquí, en una serie de ochenta barricas francesas y americanas, reposa la siguiente edición del Tabla Uno. Se nos entrega una copa a cada quien y enseguida Ricardo destapa una barrica. Estando en una bodega no se puede rechazar la oportunidad de probar un vino en crianza, que nos resultó “alegre” y con variados aromas florales. Después probamos uno de prensa (basket press le llaman en Estados Unidos), que resultó más seco y potente.

Por la tarde nos encontramos con Trinidad Jiménez, mejor conocido como Trini. Se trata de un cordial hidrocálido de 51 años, perteneciente a una de las dinastías de viticultores más importantes de la región, que inició con su abuelo don Trino Jiménez Arredondo y continuó con su padre, también llamado Trino, y con su tío Ramón.

Sentados en unos cómodos equipales, mientras degustamos una nueva botella de Tabla Uno (“Este es nuestro primer ensayo y tenemos que hacer ajustes en campo”), Trini señala que su intención es hacer un vino elegante y fresco con potencial de guarda mediano. Señala:

—Ahora la prioridad es el vino. Es un compromiso que tenemos: tratar de hacer de Santa Elena vinos importantes.

Y es que para los familiares que lo antecedieron, lo realmente importante eran los destilados, jugos y concentrados de uva. Hacían vino, sí, pero poco y a un nivel siempre artesanal que no alcanzó para darle fama a Aguascalientes.

Egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes como ingeniero agrónomo con especialidad en fruticultura, Trini quiso ir más adelante y se fue a estudiar viticultura a Montpellier, donde conoció a D’Acosta. La amistad entre ambos fructificó y a su regreso a México, D’Acosta lo invitó a trabajar con él en la vinícola Santo Tomás, localizada en Ensenada. Al cabo de 12 años (en los cuales también participó en el proyecto Casa de Piedra), Trini decidió retornar al terruño y, cuando todo parecía indicar que D’Acosta y Trini seguirían caminos separados, surge el proyecto de Tabla Uno y con éste, el entusiasmo por el vino en la región.

A Trini no le asusta lo que a otros viticultores, que dicen que la temporada de lluvias aquí es un problema. En su opinión, no existe la felicidad completa. Es cuestión, dice, de plantar variedades con ciclos vegetativos medianos o cortos, y llegar así a una sofisticación en la cosecha. En otras palabras, se trata de conocer y entender mejor a la región para actuar, y no de importar esquemas de cultivo de otras regiones del mundo, así nomás porque sí:

—No pretendemos hacer un malbec como el de Argentina, sino uno de Aguacalientes. No hay cosa más triste que un vino sin personalidad. Estoy convencido que aquí se pueden hacer vinos de calidad y con mucha expresión.

La idea, según cuenta, es empezar a producir 3 mil cajas de Tabla Uno al año, y en el mediano plazo aumentar a 10 mil. Y entusiasmar a otros pequeños propietarios para colocar al estado en el mapa vitivinícola nacional.

Soñadores del vino

Si existe en Aguascalientes una bodega con ese sabor a tradición, en donde el visitante puede sentirse en armonía con el antiguo arte de hacer vino, ese lugar se llama Hacienda de Letras.

Avanzando unos 17 kilómetros por la misma carretera a Zacatecas, y regresando en “U” desde Pabellón de Arteaga, el visitante encontrará la desviación a San Luis de Letras, un pequeñísimo poblado donde se encuentra Hacienda Las Letras. A sólo unos pasos de la plaza principal –curiosamente salpicada de palmeras—  y de la escuela primaria, se encuentra este pintoresco lugar, que alberga una hermosa placita tupida de árboles, que hace las veces de oasis en medio de la polvareda. A su lado se yergue una estrecha y sencilla capilla, cuya nave lateral es tan larga como la central, lo que le da un toque surrealista al edificio.

Bodega Hacienda Las Letras

Hacia el fondo de la calle principal de la ex hacienda están las bodegas y un pequeño viñedo, con postes de madera, que refleja el carácter artesanal del vino que aquí se hace. Como corresponde a esta estación del año, la tierra está seca y las vides dan la impresión de que también lo están, aunque no es así. Las plantas, prácticamente sin hojas, duermen. Hibernan. Junto a la bodega, un hombre con sombrero poda un arbusto que lo rebasa en altura, valiéndose de un serrucho.

El ingeniero Hernández Chacón

Al poco, vemos entrar una pick up y, atrás, una estela de tierra. El hombre que desciende es el ingeniero Luis Carlos Hernández Chacón, director general de la vinícola, un tipo con el pelo engominado, de aspecto citadino, que apenas entrando al interior de la bodega, abre fuego:

—En esto de los vinos, hay que definir quiénes son maestros bodegueros, quiénes son wine-makers, y quiénes tenemos el diploma de enólogos.

Y este ingeniero agrónomo, por la Universidad de Chihuahua, lo tiene.  Sus estudios de viticultura y enología incluyen Montpellier, Francia, así como Argentina y Chile. Tiene, pues, de qué presumir. Y, sin embargo, con la ayuda del vino, su trato se vuelve insospechadamente amistoso.

Estamos sentados a la mesa: un puerta vieja de madera, centenaria, sobre la que Salomón Hernández —empleado de la vinícola—, va trayendo diferentes botellas, tintos y blancos de diferentes cosechas.

Comenzamos probando un 425, bautizado así en alusión al 425 aniversario de la fundación de Zacatecas, celebrado en 2002. “Es un cabernet sauvignon tranquilo”, señala Luis Carlos. Al fondo, Salomón Hernández etiqueta manualmente algunas botellas.

“Somos más que nada soñadores”, dice Luis Carlos, con firmeza, las manos guardadas en las bolsas del chaleco impermeable. Hace ya 31 años que él y el ingeniero Carlos Salas Luján, propietario de la hacienda, se conocieron cuando éste último era director de la Compañía Vinícola Vergel y lo contrató como técnico viticultor enólogo. Desde entonces han sido socios en negocios agrícolas y ganaderos, de los cuales Hacienda Las Letras viene siendo un gusto que se permiten. Y se nota.

“Seguramente ustedes conocen el milagro de las bodas de Caná. Bueno, pues guardadas las proporciones, nosotros hacemos lo mismo. Nada más que, a diferencia de Jesucristo, a nosotros nos lleva más tiempo hacerlo: una vez al año. Utilizando el agua”, dice Luis Carlos, ahora sonriendo de modo pícaro.

Seguimos con un Tempo, fusión de merlot, cabernet sauvignon y malbec.

Hacienda Las Letras es una vinícola pequeña. Su producción oscila entre 2 mil y 2500 cajas al año. Sin embargo, hay un respaldo en términos de calidad, pues cuenta con 110 hectáreas de viñedos, mismas que producen un millón de kilos de uva. “Nos damos el lujo de seleccionar las 50 mejores toneladas de las diversas variedades para hacer nuestros vinos”, dice Luis Carlos, quien de pronto nos está mostrando en su teléfono celular un video de una envidiable langostada que celebró apenas ayer con sus amigos, uno de los cuales no cesa de alabar los atributos, no se sabe bien a razón de qué, de Ninel Conde. “Me llevé un chardonnay muy ácido y fue estupendo: langosta frita en mantequilla acompañada de vino blanco”.

—Y ahora cuéntenos alguna anécdota memorable relacionada con el vino que hacen aquí.

Enseguida, Luis Carlos pide que traigan una botella de Montgrand, un malbec 2006, y que descuelguen una fotografía de la pared. En la imagen aparece Luis Carlos, su esposa y Priscilla Perales, Señorita Nuestra Belleza México 2005.

—Este vino vale la pena nada más por los piecitos de Priscilla.

Y es que Priscilla estuvo en estas bodegas para grabar un programa especial de televisión, acompañada de una enorme comitiva y, entre otras cosas, pisó la uva, según la costumbre ancestral.

—Este vino nos está diciendo qué es lo que podemos producir en Aguascalientes, por dónde nos podemos ir— señala, levantando su copa.

Y nosotros brindamos con él.

En Zacatecas también hace aire

La frescura de su aire y la inigualable belleza de esta ciudad de cantera rosa contrasta con una cierta pasividad que se respira en el ambiente vitivinícola. Aunque en términos generales, sus amables habitantes lo reconocen: a Zacatecas le hace falta movimiento.

Y si de vinos hablamos, esta capital tendría todo o casi todo para la producción de buenos vinos. Sus alrededores tienen un potencial enorme para la viticultura de calidad y, por supuesto, para la vinicultura, coinciden los expertos. Sin embargo, la producción y el consumo lucen estancados.

Quizá así se explique el hecho de poder conseguir cosechas de hace 10 años en las tres vinaterías que están en el mercado, una al lado de la otra. Aunque están ubicadas en un excelente punto, junto a Catedral, no son muy visitadas.

Vestido con un grueso saco oscuro de lana, Rubén Díaz Calvillo, encargado de la tienda de vinos Carrera, lo dice:

—En Jalisco le dan impulso al tequila, en León al zapato, pero aquí no le dan impulso al vino.

Y es que, aunque bien puestas, las tres vinaterías del Mercado González Ortega, correspondiente a las marcas locales Cacholá, Cantera y Plata, y Carrera (en orden alfabético) parece que viven de sus recuerdos, como lo demuestra un viejo diploma, enmarcado al fondo de la tienda de Cacholá. Forzando un poco la vista, el visitante podrá enterarse de que su vino blanco, semiseco, cosecha 1987, ganó un segundo lugar en un concurso celebrado en Burdeos.

Ahí mismo, en el Mercado González Ortega, un elegante edificio porfiriano –caracterizado por su estilo neoclásico y un enorme tragaluz en el centro— que fue remozado luego de un incendio, nos encontramos con otro personaje del vino en Zacatecas, difícil de olvidar, tomando en cuenta las barbas blancas que le dan un aire fantástico. Su nombre es Manuel Ignacio Díaz Cervantes, enólogo por la Universidad de Burdeos. Está sentado detrás del mostrador de la tienda de Cantera y Plata, que exhibe entre sus curiosidades (la tienda vende otros artículos) una fotografía del centro en tiempos de la Revolución, con guajolotes y sombrerudos.

Manuel es el dueño de Cantera y Plata. Este año cumple 60 años.

Manuel Díaz, en su guarida

A su regreso de Francia, a principios de la década de 1980, Manuel trabajó para el Instituto Nacional de Investigación Agrícola. Uno de los proyectos que le fueron encomendados consistió en detectar cuáles eran las mejores regiones del estado para el cultivo de la uva. Los resultados de sus estudio arrojaron siete puntos: dos en Fresnillo y el resto en Valle de Calera, Guadalupe, Ojocaliente, Luis Moya, Pinos y Villa de Cos. También se determinaron las variedades que mejor se adaptan a dichos terrenos. Para la elaboración de vinos blancos, las uvas más propicias son gewürztraminer, sylvaner, semillon, chardonnay y chenin blanc. Y para los tintos: merlot, malbec, cabernet sauvignon y rubi cabernet (fusión de cabernet sauvignon con carignan).

El proyecto en el que trabajó Manuel era más amplio e incluía el desarrollo de proyectos vinícolas familiares, de los cuales, el único que cristalizó fue el de Cacholá, empresa de Jesús López, bautizada así por ser la contracción de los dos nombres de sus hijos: Cacho y Eduardo.

Le pedimos a Manuel que nos presente sus mejores vinos. Con algunos esfuerzos, alcanza una botella de Igneus y la pone sobre el cristal del mostrador. Cosecha 1985, fusión de cabernet sauvignon, malbec y merlot. Su precio: 480 pesos. Sin duda se ve interesante.

—¿Qué nos dice de sus viñedos?

—No tengo. Es la magia—, y se ríe—, compro la uva. Como conozco muy bien la zona, yo sé dónde están las mejores variedades.

Viñedos hidrocálidos que prometen

De regreso en tierras hidrocálidas, vamos con Ricardo Álvarez a visitar los viñedos que, en un futuro no muy lejano, servirán para la elaboración de las nuevas cosechas de Tabla Uno y seguramente de otros vinos aún por nombrar. Están ubicados en los ranchos El Encino y Santa Elena, ambos dentro del municipio de San Francisco de los Romo, que alberga hermosos valles con vistas a cerros como el del Chiquihuite, en forma de mesa, que bien podría aparecer en alguna película western. Hasta el momento las dos cosechas de Tabla Uno provienen de unos viejos viñedos rentados en Ojocaliente, Zacatecas, que ya alcanzan los 30 años.

Como se sabe, una vid tarda en promedio seis años para alcanzar la madurez y puede vivir hasta pasados los cien. A diferencia de otros cultivos, la planta no necesita mucha agua, aunque sí cuidados, claro.

—Mucha gente piensa que el vino se hace en las bodegas. Pero no: el buen vino se hace en el viñedo—, apunta Ricardo, mientras caminamos por un polvoroso y suave surco de El Encino, con plantas que alcanzan la década de edad. Algunas vides todavía tienen hojas. Hojas secas, enrojecidas, que crujen y, literalmente, se convierten en polvo que se lleva el viento. Y esta es época de ventarrones y remolinos, como se observa en el horizonte. Un silbido también se escucha: de nuevo el viento que atraviesa una hilera de pinos.

—Si vienen en mayo, esto ya se ve precioso—, dice.

A unos cuantos kilómetros de ahí, cruzando algunos alfalfares, en el Rancho Santa Elena encontramos vides mucho más jóvenes: creciendo al ras del suelo y distinguiéndose apenas de las mangueras de riego. A diferencia de El Encino, aquí las plantas están más cerca unas de otras, y los surcos entre una hilera y la siguiente son más angostos. Se trata, pues, de un viñedo de alta densidad (cinco mil plantas por hectárea) con tablas de malbec, tempranillo, syrah y cinsaut.

—Queremos que las plantas compitan entre sí—, señala Ricardo— ¿para qué sembrar como en Baja California?

La mañana zacatecana se antoja para filosofar

Así que nos metemos con Manuel Díaz Cervantes, el de Cantera y Plata, al clásico café Acrópolis, a la vuelta del Mercado González Ortega.

“Mi vocación se la debo a mi abuela. La iba a visitar los domingos y, sin que mis hermanos se dieran cuenta, me daba una copita de vino de consagrar. Lo veía como un privilegio”, cuenta frente a una taza de café.

—Ya siendo mayor de edad, ¿qué vino empezó a tomar?

Santo Tomás, porque era el único que encontraba.

Mientras estudiaba ingeniería química en la capital zacatecana, Manuel tuvo la oportunidad de visitar la vinícola San Marcos, en Aguascalientes. Así conoció el proceso de elaboración de la bebida. Preocupado desde entonces por la ecología, el vino le siguió gustando, máxime que además se trataba de una empresa no contaminante. De esta forma, terminada su licenciatura, se dio a la tarea de buscar una beca para estudiar enología. El gobierno francés se la dio.

Montpellier le recordaba un poco a Zacatecas, por sus callejones torcidos. En el campo, los viñedos le parecieron impecables y parte de una devoción nacional. Sin embargo, ser un extranjero en Francia, sin dinero, no le fue fácil. Manuel recuerda esa época como una periodo de lucha y de gran actividad intelectual. Él, que de pronto comenzaba a ver a cada vid como un individuo, terminó interesándose por el existencialismo. En su condición de estudiante se las ingenió para leer todos los libros que pudo y, gracias a un diploma de degustación, probar todos los exquisitos vinos franceses que estuvieron a su alcance. “De otra forma no se hubiera podido”, dice este hombre feliz.

Recuerda una evocación del Mar del Norte, que uno de sus profesores hizo a partir de un vino tinto. Quizá le pareció exagerado en un principio, pero sólo hasta que tuvo la oportunidad de probar un vino de 75 años:

—Fue como transportarse en el tiempo y colocarse en un lugar privilegiado… cerca del cielo.

Romántico empedernido, Manuel se graduó  de enología con una tesis sobre el aroma de los vinos moscatel, usando la cromatografía como técnica de análisis. Muchas cosas que yo no termino de comprender del todo, como por ejemplo, la cuestión de los aromas del vino. ¿Por qué un tinto tiene notas de tabaco o de cuero mojado, por ejemplo? La respuesta de Manuel alude a cuestiones moleculares y, diría, existenciales. Y a la hora de explicar los misterios del vino, no hay cromatografía que valga:

—Toda la materia, desde la formación del universo está presente en todas partes. Y el vino es parte de la vida.

Anécdotas sobre el vino, Manuel tiene muchas. Como cuando enseñaba a unos ganaderos a hacer vino y éstos le echaron el orujo (el bagazo de la uva) a sus vacas. Al poco rato, los ganaderos encontraron a los animales tumbados, como muertos. Alarmados, de inmediato llamaron al veterinario, quien los tranquilizó: era simplemente que las vacas estaban borrachas.

El enólogo de las barbas blancas destaca las muchas propiedades del vino a favor de la salud: que si la circulación, que si la digestión, que si los antioxidantes, pero resalta la más importante:

—Que provoca alegría.

En fin, son muchos los años que Manuel ha trabajado en favor de ampliar la cultura del vino en este estado de la República. “Ha sido como picar piedra”, dice.

Y en Zacatecas hay mucha.

Un baldazo de agua fría para despertar

Terminamos en una agencia de autos nuevos en pleno Boulevard López Mateos, una avenida repleta de autos que circulan a toda velocidad, a pocas cuadras del centro. Ahí trabaja el ingeniero Jorge Carrera, hijo de Daniel (el fundador de vinos Carrera), que gentilmente nos recibe en una oficina en las que a duras penas vislumbramos un par de botellas de vino con su apellido, perdidas sobre un mueble, casi como vestigios de algo que ya fue. A través de la única ventana que hay en este desangelado espacio vemos el taller mecánico.

Jorge Carrera y Trini Jiménez

Alrededor de una mesa redonda de cristal, este hombre de 59 años cruza los brazos y comienza hablar de la mala situación por la que atraviesa el campo mexicano.

—No se puede competir—, dice.

En concreto se refiere a que no se puede competir con los productores chilenos o argentinos. En las regiones vinícolas de estos dos países, que entre otras cosas cuentan con agua rodada proveniente de Los Andes (mientras que en Zacatecas hay que perforar pozos profundos), los costos de producción son menores que en México.

Y entonces se lanza a contarnos una historia de dos japoneses con quienes trabajó en la elaboración de vinos tintos para la empresa Suntory, hace algunos años. Sus palabras son un elogio de la eficiencia japonesa que muy pronto se convierte en una diatriba contra la idiosincrasia mexicana.

—Aquí en México nos pasamos por el arco del triunfo muchas cosas. ¿De qué estoy hablando? De que nos falta tener una mejor comunicación entre nosotros y de que tenemos que respetar las reglas básicas del comercio.

Tomando en cuenta esta situación, la vinícola Carrera, iniciada en 1970 por iniciativa de su emprendedor padre, que hizo de todo para mantenerlo a él y a sus 14 hermanos, sigue existiendo pero más por inercia que por otra cosa. Ahí están los viñedos de la familia (así como otros cultivos), pero como explica:

—Hay veces que no conviene ni vinificar.

Porque, lo reitera una y otra vez, no se puede competir en las actuales condiciones. El gobierno falla y todos los mexicanos fallamos también, según su opinión. Su esperanza, en todo caso, sería asociarse con una vinícola californiana:

—Ellos tienen el know how y lo más importante: el mercado—, dice, mientras dos de sus nietos no paran de asomarse a la oficina. Se ve que tienen ganas de que su abuelo los pele.

Cae la tarde en Zacatecas y es entonces cuando los muros de piedra se encienden con la luz solar. La luna hace su aparición junto al Cerro de la Bufa, hasta donde llega el popular teleférico, ofreciendo una vista de postal. A no ser por la cantidad de autos estacionados que atiborran las calles, pareciera que nada cambia en Zacatecas. Pero, justo en la avenida principal, encontramos una multitud que se aproxima, con gran estruendo y carros alegóricos. Un puñado de niños y jóvenes, vestidos de karatecas, se detiene un momento y ejecuta una serie de patadas al aire. Gritan divertidos. Atrás de ellos viene los dragones y más atrás unos altares multicolores. Hoy es domingo 17 de febrero de 2008 y una multitud ha salido a las calles para celebrar el año nuevo chino. Trepada en un camión refresquero, una mujer de rasgos orientales me informa: comienza el año de la rata. Por si de algo nos sirve saber.

Comentarios

7 respuestas a «Aguascalientes quiere surgir, Zacatecas se duerme»

  1. DeN

    Fue una delicia leer éste artículo, por el tema, los personajes, sus historias y la redacción. Gracias.

  2. Tardicio Felix Meza

    No se vale que Aguascalientes le tire o haga inferior a Zacatecas y menos en vinos Gracias Saludos al Sr Carrera que tiene su planta vinicola en Ojocaliente Zac

  3. stef

    Muy interesante y motivador para proyectos que impulsen la actividad vinícola en México y qué más orgullo de los bellos estados de Aguascalientes y Zacatecas. Excelente.

  4. Leonardo

    Muy bueno. Muchas gracias por el articulo y la investigacion….
    A 3 anios del articulo, como esta la situacion en Zacatecas y Aguascalientes?

  5. fabian

    hola a todos espero que alguien me puedacontestar estas preguntas bueno yo tengo una botella de brandy san marcos de aqui de aguascalientes esta botella fue un homenaje k se le iso a cantinflas de 1962 y viene firmada y tambien tengo otrra firmada por maria feliz tienen algun precio ????

  6. Luis E Baldini

    Gerardo, Excelente radiogafia del vino y vinicolas de Aguas y Zaca, es una pena que este potencial este dormido, sin encontrar su oportunidad de dar lo suyo, para un México que se inunda de vino sudamericano, ya vendrán los tiempos.

    Gracias y Felicidades.
    Luis E Baldini
    Guadalajara.


    1. Esperemos ver algun sistema producto que apoye la produccion de vino en estas regiones; saludos.