Antonio Badán, dedicación por el mar y el valle

El 17 de noviembre de 2008 murió Antonio Badán. De padre suizo y madre francesa, su infancia transcurrió en el Valle de Guadalupe cuando éste era un paraje aislado y recién comenzaba a vislumbrarse la vocación de la zona hacia los viñedos y olivares. Estudió oceanografía, profesión que lo llevó a viajar por el mundo. A su regreso a México decidió alternar la ciencia con la vitivinicultura. Junto con su hermana Natalia estuvo a cargo del rancho El Mogor que, en menos de dos décadas, le dio prestigio al vino boutique mexicano, a través de su bodega Mogor-Badán. En esta entrevista, realizada un mes antes de su fallecimiento, Antonio habla de su vida, de sus vinos y también de su preocupación por el futuro del Valle de Guadalupe.

Por Gerardo Lammers/ Fotos de Carlos Valenzuela

Placeres y aventuras no faltaron en la vida de Antoine Renaud Fabrice Badan Dangon, mejor conocido como Antonio Badán. Su inagotable curiosidad lo llevó a ser una suerte de hombre con espíritu renacentista: se sabe que, además de ser un científico destacado, era un hombre culto y refinado, que hablaba varios idiomas; que sabía pilotear aeronaves y veleros, así como las artes del dibujo, la pintura, la cocina y, en el último par de décadas, en el de hacer vino.

Nacido en la Ciudad de México en 1951 y avecindado a muy temprana edad en el Valle de Guadalupe, cuando éste era un encantador paraje aislado, Badán se distinguió por ser un brillante y generoso oceanógrafo, según dice su colega y amigo Edgar Pavía, solía repetir una enigmática frase: “Toda ciencia es física o colección de estampillas”.

Después de estudiar en la Escuela Superior de Ciencias Marinas de la Universidad Autónoma de Baja California, realizómaestría y doctorado en la Universidad Estatal de Oregon.

Además de haber obtenido en 1985 el Premio SCT por efectuar un proyecto a bordo del transbordador espacial Discovery –según aparece consignado en el portal de la Academia Mexicana de Ciencias, de la que formaba parte–, Badán encabezó el grupo Canek, dedicado a estudiar las corrientes marinas a profundidades de hasta tres mil metros. Gracias a este trabajo se firmó un convenio con Petróleos Mexicanos para estudiar el Golfo de México, el más importante entre la compañía petrolera y una institución científica mexicana.

En el ámbito de la vitivinicultora, hace casi dos décadas que Badán se venía dedicando a los viñedos del rancho El Mogor, propiedad que él y su hermana Natalia heredaron de su padre.

Fundado en 1948 por su padre, y enclavado en el Valle de Guadalupe, El Mogor es un rancho de mil hectáreas, de las cuales Badán cultivó sólo 2.2, debido a la escasez de agua. Aunque al principio de su carrera como wine maker Badán compraba uvas de otros viñedos, terminó vinificando sólo de los suyos propios, en los que cultivó las variedades cabernet sauvignon, merlot y cabernet franc –la llamada mezcla bordelesa– con las cuales hacía su muy bien apreciado tinto Mogor-Badán, así como una rareza: la uva chasselas, de origen suizo, con la que elaboraba su vino blanco Chasselas del Mogor.

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El científico y vitivinicultor mexicano

Nos encontramos en la Casa Pedro Loza, en el centro de Guadalajara, durante el encuentro Viticultura Unida 2008. La tarde de este caluroso jueves 23 de octubre se va convirtiendo con el paso de los minutos en una fiesta. Se trata de una oportunidad inmejorable para degustar algunos de los vinos que se producen en los valles bajacalifornianos, de conversar con los productores aquí presentes y, claro, de brindar con ellos a la salud del vino mexicano.

En una esquina de la planta baja –junto a un clásico ventanal de madera– de este edificio estilo colonial con patio al centro, se encuentra Antonio Badán, sonriente y hasta un poco bromista, convidando de sus vinos a los asistentes que se acercan a su mesa. Una guapa tapatía lo reconoce y le recuerda que estuvo de visita en El Mogor durante las pasadas Fiestas de la Vendimia. El Mogor, es el rancho que entre él y su hermana Natalia han transformado en un hermoso y productivo paraje del Valle de Guadalupe, en sintonía con los esfuerzos de los ambientalistas –como ellos– que se preocupan por mantener el delicado equilibrio del hermoso y único ecosistema en el que habitan. A través del sonido local, suena un electro-mambo que le da un toque lounge a la velada.

–¿Qué recuerdos tienes de tu infancia en el Valle de Guadalupe?

–Pues era un valle muy aislado. Ensenada tenía diez mil habitantes y no había carretera, sino pistas de tierra. Todo se construyó desde cero. Fuera de la colonia rusa, no había nada. Después se fundó Olivares Mexicanos y después, en 1964, se hizo la carretera y empezó la evolución del valle.

–¿Fue una evolución tal cual?

–En aquel tiempo estaban nada más LA Cetto, Domecq y Vinos Terrasola, que hacía Urbinón, y era lo único que había. Después lamentablemente decidieron cerrar Terrasola y durante mucho tiempo en el valle nada más estaban LA Cetto, Domecq, y unos productores pequeños, caseros, de vino de rancho en garrafa.

–¿Fue la época en que tú estudiaste oceanografía?

–Así es. Yo estudié oceanografía en la Universidad de Baja California, en Ensenada, y después me fui a hacer un doctorado a Estados Unidos, y anduve por el mundo, vagando y haciendo cosas de oceanografía.

–¿En qué lugares estuviste?

–Hice la tesis de doctorado en África y estuve en el Antártico, cuando todavía no estaba de moda. Estuve también en Europa, en América del Sur, en Perú, en Argentina. Mucho viaje. Y después regresé a Ensenada ya a trabajar en el CICESE (Centro de Investigación Científica y de Estudios Superiores de Ensenada), en el Departamento de Oceanografía.

–¿En qué se parecen tu actividad como oceanógrafo y tu actividad como vitivinicultor?

–Las dos cosas tratan con fluidos (risas)… No, mira, el verdadero vínculo tiene que ver con que ambas tienen que ver con el medio ambiente, y hay una sensibilidad hacia el entorno ambiental. Y viviendo en el Valle me di cuenta que es un entorno árido, muy difícil. El agua es muy escasa, los ecosistemas son muy frágiles y vi, conforme iba evolucionando el Valle, que había una tendencia a desarrollarlo. Quiero decir que estos desarrollos habitacionales que se están dando en todo el país son terriblemente destructivos. Destruyen el paisaje, destruyen los acuíferos, destruyen tierras agrícolas y, aunque se presentan como desarrollos con un impacto positivo para la sociedad, en realidad tienen un impacto terriblemente negativo. Porque, aparte de echar a perder el entorno natural, generan un entorno artificial que no es sano. Eso no quiere decir que la gente no necesite vivienda. La gente la necesita, pero creo que se le puede dar otro tipo de vivienda digna que no sea especulativa, que no sea destructiva del entorno. Entonces este interés se combinó con el interés por el vino. Al empezar a experimentar un poco como hobby, me resultó evidente que la zona tiene un talento, una vocación para hacer grandes vinos. Independientemente del talento que podamos tener como individuos, y de la personalidad que cada quien le da al vino en su bodega, la zona tiene una vocación muy clara. Se combinaron entonces el deseo de proteger la zona, de evitar desarrollos destructivos con la necesidad de hacer una propuesta. Y la propuesta fue que esta zona es para grandes vinos.

–¿Te refieres sólo a la zona del Valle de Guadalupe o también al resto de los valles de Baja California?

–El resto de los valles también tienen características muy favorables, pero lo que tiene el Valle de Guadalupe es que es el valle que está más sujeto a un ataque directo. Porque está cerca de Ensenada. Hemos hecho mucho por conservarlo y entonces está muy bonito. La actividad vitivinícola ha revivido viñedos abandonados que se están recuperando. El valle está verde y entonces se vuelve apetitoso, atractivo, para gente que está especulando con la tierra, y que lo que quiere es desarrollarlo, hacer mucho dinero e irse. Ha sido una lucha permanente para protegerlo. Hemos propuestos desarrollos que sean armoniosos y sustentables, y está muy claro que el elemento angular de esos desarrollos tiene que ser la vitivinicultura y los olivos.

–¿Se están organizando de manera efectiva para proteger el valle? ¿Qué falta? ¿Qué te preocupa?

–Me preocupa que cambian los gobiernos, entran funcionarios nuevos y no vemos que haya mucha sensibilidad. Falta sensibilidad entre los gobernantes para darse cuenta de lo que tiene el país.

–Háblanos de tu rancho, ¿por qué se llama El Mogor?

–Aparentemente hace muchos años vivía en la zona un señor Mogor, árabe o italiano, no sé. Estamos tratando de indagar más el asunto.

–¿Tu papá lo funda?

–Sí.

–¿Con qué intención? ¿De cultivar qué?

–Algarrobo y con la intención de contribuir a la erradicación del hambre en el mundo. De veras. Idealismo puro. Y se dio de frentazos.

–¿Cómo estuvo que tus padres se conocieron y llegaron a México?

–Mi mamá trabajaba en el servicio de contraespionaje francés, en la Segunda Guerra, en Portugal. Y ahí se conocieron.

–¿Y tu papá qué hacía en ese momento?

–Pues se me hace que también estaba de freelance, de espía (risas)… Y pues se vinieron a México y poco tiempo después mi papá se jubiló, se fue a Baja California, se compró ese pedazo de tierra donde no había nada y empezó a construirlo todo: a hacer pozos, casas, almacén; plantó la uva, plantó los algarrobos y demás, y entonces cuando yo me empecé a interesar en los vinos, retomé el viñedo.

–¿Por qué decidiste retomarlos?

–La razón fue que estaba profundamente deprimido por la crisis lopezportillista. No podía creer que en un país como México estuviéramos en crisis, tan mal administrados. Entonces me fui a curar la crisis a Burdeos, y estando allá se me ocurrió que a lo mejor podíamos hacer cosas similares.

–¿Estudiaste enología?

–No. No soy enólogo. Después de estar mes y medio en Burdeos, de turista enológico e informado, con muy buenos contactos, visitando las cavas y visitando cosas. De regreso me compré dos libros de enología en París, me los leí en el avión, y dije órale, tengo que ponerme a experimentar. Y bueno, empecé a hacer vino y después a diseñar las etiquetas y demás.

–¿Cuándo fue tu primer cosecha?

–La primera que salió con la etiqueta de Mogor Badán fue en 1987.

–¿Con el mismo blend que tiene ahora?

–En realidad empecé con cabernet sauvignon puro. Y empecé a experimentar un poquito, y un día Hugo (D’Acosta) me platicó que había ido a visitar el Château Cheval Blanc [uno de los más representativos de St. Emilion] y la siguiente vez que fui a Francia, él me consiguió una visita, probé el Cheval Blanc y dije tengo que probar hacer la mezcla de cabernet franc con merlot ¿no? Y de allí evolucionó a lo que es ahora.

–¿Por qué elegiste hacer sólo estos dos vinos?

–El tinto por esa historia de St. Emilion. Tengo muy poca agua pero es muy buena. En esa zona del Valle el agua tiene muy poca sal: el cabernet franc se da muy bien. Y la variedad chasselas [blanca] es lo que llamamos un viñedo de rescate, o sea, un viñedo que estaba ahí medio abandonado porque nadie sabía muy bien lo que era; la uva estaba muy mal pagada, la usaban para destilarla, así que cuando me enteré, sabía lo que había allí.

–¿Cómo defines las personalidades de tus dos vinos? ¿Cómo los describes para los lectores que no los han probado?

–Son quizás de todos los vinos que se hacen en la zona, los más parecidos al viejo mundo. Y aromáticamente traducen muy bien el olor a hierbas silvestres del monte. Eso me gusta mucho. Hace rato estaba probando el blanco, y en boca tenía un toque de romero muy padre.

–¿Mentol también tiene un poco, no?

–Mentol, sí. Tienen muchas plantas… La salvia silvestre, la planta de San José… Todas las plantas del chaparral bajacaliforniano. Traducen muy bien el entorno, la zona. Y no trato de hacer una imitación de nadie ¿eh? Trato de producir la mejor uva posible y vinificarla lo más cuidadosamente con el mínimo de manejo posible.

–¿Tienes una producción muy baja, no?

–Siete mil botellas.

–¿Por qué?

–Por el agua. El elemento principal es el agua. No hay agua para cultivar grandes extensiones. Si algún día dejan de sobreexplotar el acuífero y la situación del manejo del agua se remedia, la zona puede crecer muchísimo.

–¿Sobreexplotar significa que la ciudad de Ensenada deje de usar el agua de los acuíferos del Valle?

–Así es. Y que dejen de sacar arena.

–Háblanos del problema de la arena.

–El problema de la arena es que en Estados Unidos se prohibió extraer arena de los lechos de los arroyos, por el daño ecológico que causa. Entonces eso generó un mercado extremadamente lucrativo aquí…

–¿Clandestino?

–No clandestino, porque es a la vista, pero sí desregulado… Las personas que están explotando los arroyos tienen permisos, tienen concesiones, pero son concesiones ilegales, mal dadas.

–¿Son estadounidenses?

–No, son mexicanos, pero son gente muy poderosa. Tienen concesiones que son violatorias de la ley. Pero pues tienen argumentos para rodear la ley y para que les sean otorgadas esas concesiones. Y sacan miles de metros cúbicos de arena diario. No paran. Todos los días sale de Ensenada una o dos barcazas cargadas de arena hacia Estados Unidos, y eso está generando un daño muy importante.

–Volviendo a tus vinos, hablando de las satisfacciones que te han dado en términos de viajes, premios, participaciones en festivales, concursos, ¿qué me puedes decir?

–Hemos sido muy afortunados. En general los vinos han sido muy bien recibidos, creo que los vinos gustan mucho. Es muy satisfactorio hacer un producto, especialmente un vino, y que a la gente le guste y lo alabe.

–¿Cuál es el premio más importante que has recibido?

–Los comentarios de la gente y, de repente, algunas notas periodísticas muy halagadoras.

–¿Hacia dónde va tu bodega?

–La bodega lo que quiere ahorita es consolidar esto. Quiero completar el proyecto de la bodega de hacer un edificio completamente verde, que no consuma electricidad, en donde tanto la parte vitícola como la parte vinícola sean independientes del petróleo completamente. Que no consuma ni pesticidas ni fertilizantes ni electricidad. Y tratar de hacer siempre lo mejor posible, y si la situación del agua cambia, tendremos la obligación moral de hacer más producción. Y de llegar a hacer otras propuestas.

–Háblanos del momento por el que atraviesa el vino mexicano.

–Es un momento muy halagador. Hay mucha unión y mucha armonía en el sector, eso es muy a todo dar, es muy padre. Creo que finalmente logramos romper la barrera del malinchismo que había hace diez años, donde la gente prefería un vino extranjero por el sólo hecho de que fuera extranjero. Creo que la gente ya reconoce. Seguimos haciendo vinos caros porque los rendimientos son mucho más bajos que en otras zonas, tenemos un entorno gubernamental, fiscal, mucho más difícil que el de otras regiones. Y mucha gente argumenta que los vinos extranjeros que entran a México también pagan los impuestos. Sí, es cierto, pero no tienen la carga de la administración del impuesto. O sea, yo como productor mexicano tengo que llevar inventarios, hacer reportes, conseguir marbetes, pagar impuestos cada mes, etc. Y el productor extranjero llega, entrega su vino, paga el impuesto y se acabó. Entonces, el impuesto es oneroso pero en nuestro caso, el costo administrativo es muy duro, y en ese sentido nuestro gobierno está favoreciendo los vinos extranjeros.

–¿Cómo fue la cosecha 2008?

–Muy buena en calidad. Muy escasa. Tuvimos rendimientos muy bajos, probablemente por las condiciones que hubo durante la floración. Y este año todo el mundo va a producir menos vino que el año pasado.

–¿Qué le falta al vino mexicano?

–Un entorno gubernamental más amable. Eso permitiría más producción. El día que haya más producción y que haya más agua para hacerlo, van a poder  hacerse vinos de rendimientos mayores. Y si el entorno fiscal es más amable, vamos a poder ofrecer vinos más accesibles y, por lo tanto, que haya una verdadera penetración del vino mexicano en la cultura nacional, o sea, vinos de consumo diario. Y que el vino no sea nada más un producto para momentos excepcionales y para un sector reducido que lo puede pagar. Y eso va obviamente a enriquecer todo el proceso: al haber más vinos, más propuestas, pues hay más competencia, más estilos. Se enriquece todo el entorno.

Casi para despedirnos, Badán apunta: “Y también, como última nota: la vid y el olivo son una de las mejores formas de utilizar los recursos escasos del campo mexicano, sobre todo en condiciones áridas”.

–Una última pregunta: ¿por qué es importante el vino?

–Porque es un alimento, tanto del cuerpo como del alma.

Comentarios

3 respuestas a «Antonio Badán, dedicación por el mar y el valle»

  1. Gloria Soares

    Conocí a Toño por Natalia que era compañera mía del colegio, él entonces daba clases en mi escuela, siempre se caracterizó por su inteligencia e inquietud por viajar, conocer…… y hacer…… mis respetos para él.
    Tengo una foto de ellos de cuando estábamos en Secundaria.
    Una bonita familia, su mami y su papi, muy trabajadores, ¿que mas puedo decir de ellos? Los aprecié mucho como amigos y a Natalia que ahora está con las riendas del negocio, mis respetos y cariño por ella.

  2. Oscar De La Peña

    Mi humilde comentario:
    Hoy por hoy, Mogor Badan es a mi humilde comentario, la mezcla bordalesa mas poderosa, carismatica, seria, y emblematica del vino mexicano…un vino, bien de maridaje, o bien de culto…solito con una buen platica…ahh! que momento!, y que vino !
    Pudieramos comparar a Don Antonio, con el Guardian del Santo Grial. Al ser el el emblema de la defensa del Valle de Guadalupe ( y sus alrededores); del constante acecho de la indistrializacion, la escaces agua ( tan apreciada en esa zona), el uso de agentes nocivos en los cultivos, y en fin de todo aquello que amenazara el entorno y ecosistema del area.
    Una gran persona nos ha dejado, pero, como dicen los catolicos de hueso colorado, ahora esta arriba, abogando con el creador, porque el valle se vea beneficiado por la madre naturaleza, y creo que lo va a lograr.
    Entretanto, vaya mi mas afectuoso saludo a su familia, que el dia de hoy toma las riendas de su empresa.
    Don Antonio, donde se encuentre, SALUD !


    1. ME TOCO LA SUERTE DE CONOCER AL SR. ANTONIO BADAN, en su calidad de cientifico fue en varias ocaciones a impartir Conferencias AL GRUPO 21 que se reune todos los Martes a las 8.00 A.M EN UN SALON DEL RESTAURANTE EL REY SOL, nos comentaba los problemas del Valle de Guadalupe, la falta de agua y la problematica social y economica de la region…….Saludos a su familia…..